Descubrir el Yo – Interpretar en libertad

Es probable que recuerden ese artículo titulado ‘El servicio en libertad’ en el que aludía a aquella artista de primer orden llamada Jacqueline du Pré. Recordando brevemente la idea fundamental de dicho escrito, podría resumirlo así: a pesar de la brillante y espectacular pero fugaz carrera de la artista, Jacqueline nunca llegó a saber quién era ella misma porque el violonchelo se convirtió en una parte de su ser tan fuerte que, cuando tuvo que abandonarlo completamente debido a su enfermedad, su ser desapareció con el violoncelo y, por lo tanto, perdió su identidad, porque Jacqueline se definía a ella misma como violoncelista y con ello se identificó hasta su muerte.

Lo que pretendo extraer de esta historia de Jacqueline en relación con su instrumento, consiste en identificar y observar aquellas actitudes que, como personas – en primer lugar – y músicos, podrían servirnos para que nuestra actividad musical sea en libertad y no en servidumbre y que no se apodere de nuestra vida, sino todo lo contrario; es decir, que la vida se apodere de aquello que realicemos.

A continuación, voy a detallar algunas claves que nos ayudarán a encontrar poco a poco esa perspectiva desde la cual una persona puede SER en plenitud dando vida a lo que hace:

En primer lugar, resultaría conveniente responder a la pregunta: ¿Quién soy? –
pregunta que Jacqueline se hizo durante toda su vida y que nunca respondió –, ya que con lo que yo me identifique, eso es lo que seré. Es aquí donde hay que tener sumo cuidado en la respuesta, ya que si la respuesta es algo que pueda desaparecer antes o después, mi identidad también desaparecerá.

Efectivamente, la respuesta tiene que estar relacionada con algo que sea yo y que no pueda dejar de ser.

El peligro viene cuando nuestro yo lo identificamos con lo que tenemos, con lo que hacemos o con lo que las personas piensen de mí; es decir, cuando soy lo que tengo, o soy lo que hago o soy lo que las otros piensan de mí.

El problema aquí es que, cuando estas cosas desaparecen, nuestro yo también desaparece. Así, de este modo, cuando una persona se define desde estas perspectivas – tener, hacer o responder a los pensamientos que otros tienen acerca de mí – el conocimiento y el saber están orientados a CONTROLAR, TENER Y DOMINAR, en vez de conocer la verdad.

Frente a esta situación, surge el deseo de la verdadera sabiduría, una sabiduría libre de segundas intenciones, que no acumula saber para obtener poder sobre los demás, mira en profundidad, no quiere conseguir nada, está abierta a todo, es crítica consigo misma, no quiere aferrar y dominar, sino comprender. En definitiva, experimentar una libertad interior que permita vivir tanto en la abundancia como en la escasez y que permita decir:

‘NO DEPENDO DE LAS COSAS. NO NECESITO LO QUE CREO NECESITAR. PUEDO GOZAR DE LO QUE TENGO, PERO NO ME LAMENTO SI NO LO TENGO’.

Desde esta perspectiva de ‘PUNTO CERO’ o de ‘VACÍO’ es desde donde se puede disfrutar de lo que se tiene o se hace en actitud de gratitud y no de necesidad.

Parece ser, entonces, que la condición para llenarse es vaciarse, un vacío que tiene que ver con la ausencia de apegos, con la conciencia de que nada ni nadie me pertenece. Es en esta actitud donde estoy en condiciones de relacionarme con aquello que tengo y aquello que hago en actitud de libertad y sin miedo a perder nada.

Me resulta interesante la paradoja que se da en esta disposición: ‘Increíblemente, cuando nada tengo, todo lo tengo; cuando todo lo tengo, nada tengo’.

Estas palabras parecen una contradicción aparente, pero si las experimentamos en la vida, comprenderemos la verdad que encierran. Visto esto, una persona ‘vacía’, ‘pobre’, o lo que es lo mismo, desapegada de todo aquello que no es su YO auténtico, es aquella que:

– No quiere nada. Actitud desinteresada.

– No sabe nada. El verdadero sabio sabe que nada sabe y abandona todo el saber puesto al servicio del dominio anhelando la sabiduría verdadera y desinteresada.

– No tiene nada. Nada es mío. Puedo disfrutar de todas las cosas pero las he recibido prestadas.

Volviendo al ejemplo de Jacqueline, quiero señalar las palabras que Carlos Vallés escribe en su libro ‘Vida en abundancia’ al respecto, ya que nos pueden servir para reflexionar acerca de nuestras vidas, la cual, sin duda alguna, se reflejará irremediablemente en aquello que interpretamos con nuestro instrumento:

No se trata de tocar o no el violoncelo, sino de tocarlo en servidumbre o en libertad; tocarlo por la necesidad compulsiva de quien no puede vivir sin él; o con la independencia consciente de quien disfruta con él, pero tiene su vida plena aparte de él; tocarlo como droga sin la que no se puede pasar, o como perfume que alegra y embriaga brevemente sin esclavizar el sentido, y dejándolo libre para respirar otros aires y otros perfumes, según se vayan presentando en la variedad de la vida. Que no se adueñe el violoncelo de la vida, sino la vida del violoncelo. Que haya amistad y no esclavitud. Que haya igualdad y no dependencia. Que la música sirva para realzar la vida y no para encadenarla. El violoncelo es un buen ejemplo, porque en sí es algo bello y útil y digno, y aún así puede convertirse en demanda abusiva que impida el desarrollo total. El cáncer no es más que una reproducción exagerada de células. Las células están bien, y ellas forman nuestro organismo; pero cuando se multiplican sin medida, acaban por ocuparlo todo y matar al cuerpo, en vez de servirle. Ése es el apego, la dependencia, el violoncelo… Cáncer del alma. Crecimiento sin límites que invade los órganos del espíritu y apaga su luz’.

Por esta razón, existe una necesidad de revisar constante y conscientemente aquellas cosas que son ‘el violoncelo’ en nuestra vida, con el fin de eliminarlas para poder disfrutar en libertad de aquello a lo que cada músico está llamado: transmitir el mensaje que encierran las diferentes obras musicales comunicando con la interpretación.

María Gertrudis Vicente Marín
Pianista acompañante del Conservatorio Superior de Música de Murcia

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