Italia – 1841
Atardece en el Barrio Antiguo de Milán, Giuseppe mira al techo. En su mirada abatida se entremezclan golpes de corcheas en pentagramas difusos; su cuerpo tumbado sobre la cama y en apariencia tranquilo e inamovible anida la desazón e irremediable deseo de no existir. Todo lo que más ama ha desaparecido de su vida. Sus pequeños Virginia e Icilo murieron repentinamente cuando aún no contaban los dos años de vida. También su esposa Margherita poco tiempo después de Icilo. Los recuerdos se agolpan en su mente como esas corcheas, momentos felices que en poco más de dos años la muerte le ha arrebatado. Giuseppe suspira profundamente pero su inspiración queda congelada en ese momento, en ese cuarto en el que ahora pasa horas inertes con las pupilas perdidas en las paredes de una humilde habitación.
Como cada tarde y con desgana agarra el abrigo, ese viejo sayón de grandes bolsillos para bajar a cenar a la misma taberna de la Plaza San Romano. El dueño del local lo saluda con desgana, pero tampoco Giuseppe derrocha amabilidad; saluda educadamente y se sienta en la misma mesa esperando su ración de 25 liras.
No han pasado ni diez minutos y con el plato recién servido, cuando alguien cuya voz le resulta familiar, entra en la taberna. Es Bartolomeo Merelli, el “impresario” del Teatro alla Scalla, la persona que en un pasado no muy lejano le ha conducido al éxito con la composición de su primera ópera “Oberto conte di San Bonifacio”. Su segunda creación “Un giorno di regno”, en cambio, había resultado un fiasco que le costaría olvidar.
Merelli lo saluda enérgicamente y se sienta con él y como si fuera ayer que lo hubiera visto por última vez le cuenta que tiene un libreto y que se lo ha ofrecido a Nicolai para que le escribiese una ópera pero éste se ha negado; cómo era posible que alguien se negara a componer sobre un libreto del gran Temistocle Solera. Durante toda la cena intenta convencerle de que lo haga él, pero Giusseppe no podía pensar en la música. Merelli, seguro en su intuición insiste en que al menos lo lea…
“No tengo ganas de leer más libretos”.
Salen de la taberna y Merelli lo convence para que lo acompañe al teatro y le muestre el libreto NABUCODONOSOR
“Era un libreto de grandes caracteres como era usual en aquella época”
Giusseppe lo coge, lo introduce en uno de sus grandes bolsillos, se despide de Merelli y sale del teatro camino de su casa. Camina por las oscuras calles de Milán pero una enorme tristeza lo ahoga. ”… una angustia que me oprimía el corazón.”
En aquel estado de ánimo llega a casa, se quita el abrigo y lo arroja a la silla, un golpe sonoro… una corchea.
“Al caer el libreto al suelo se abrió. Comencé a leer aquella página…”
Va’ pensiero, sull’ali dorate; ¡Vuela, pensamiento, con alas doradas,
va’, ti posa sui clivi, sui colli, pósate en las praderas y en las cimas
ove olezzano tepide e molli donde exhala su suave fragancia
l’aure dolci del suolo natal! el aire dulce de la tierra natal!
“Sull’ali dorate… era casi una paráfrasis de la Biblia, la que yo tantas veces había leído…”
Del Giordano le rive saluta, ¡Saluda a las orillas del Jordán
di Sionne le torri aterrate… y a las destruidas torres de Sión…
Lamentaciones de Jeremías del pasado de un pueblo que ahora le parece lejano y feliz y que a Giuseppe le remueve por dentro el suyo mismo, el calor de su hogar con Margherita y los niños jugando, María tarareando canciones en la caldeada cocina…
“Esta es una de las páginas más conmovedoras de la Biblia, el pueblo hebreo prisionero y encadenado es trasladado hasta Babilonia y en el exilio llora a su patria lejana y perdida…
Oh mia patria si bella e perduta! ¡Ay, mi patria, tan bella y abandonada!
Oh membranza si cara e fatal! ¡Ay, recuerdo tan grato y fatal!
Arpa d’or dei fatidici vati, Arpa de oro de los fatídicos vates,
Perché muta dal salice pendi? ¿por qué cuelgas silenciosa del sauce ?
Le memorie nel petto raccendi, Revive en nuestros pechos el recuerdo,
ci favela del tempo che fu! ¡háblanos del tiempo que fue!
O simile di Sòlima ai fati Canta un aire de crudo lamento
traggi un suono di crudo lamento, al destino de Jerusalén
o t’inspiri il Signore un cocento o que te inspiré el Señor una melodía
che ne infonda al patire virtù! que al padecer infunda virtud!.
Oh mia patria si bella e perduta!
Oh membranza si cara e fatal!
Giusseppe está sumido en una profunda depresión y no quiere volver a escribir música, se tumba sobre la cama pero no puede dormir, no puede dejar de pensar en Nabucco. Relee el libreto varias veces y conforme lo lee renace en él la inspiración abandonada.
Sobre el pueblo hebreo recae la ira del pueblo vencedor, en la mente de Giuseppe dos grandes voces: “La ira de los unos y los llantos de los otros, la violencia contra la súplica, la música enérgica de la banda contra la música solemne de la Iglesia”.
Giusseppe visita a Merelli para devolverle el libreto le dice que es un libreto hermoso, Merelli le insiste ¡¡ Ponle música ¡! ¡¡Trabaja, trabaja!!
A Giuseppe le gustaba leer la Biblia y tiempo atrás ya había compuesto una obra para coro y orquesta sobre el Libro de las Lamentaciones de Jeremías que tanto le emocionaba. Conserva también un feliz recuerdo con Margherita, hace unos años, cuando fueron a ver la representación del Ballet sobre el mismo episodio, que describía el exilio forzado del pueblo hebreo tras la conquista por parte de Nabucodonosor. Giuseppe quería dejarse llevar por la emoción de nuevo de crear música.
“Lo he escrito pensando en Usted”
Giuseppe se encontró casualmente con Giuseppina Strepponi, una soprano incansable que debido a su situación personal y económica no dejaba perder ningún papel. Se habían conocido meses antes y la Strepponi conocía y le emocionaba la música de Verdi y de ella a éste le había impresionado su voz y carácter. Cuando Verdi compone la música para Abigaille en verdad que piensa en ella. Entre ellos surge una gran amistad que con el tiempo se convertirá en mucho más que una pasión, un gran amor.
Empieza la temporada de la época de ópera y hace más de un mes que Verdi le ha entregado la partitura a Merelli pero éste ni siquiera la ha puesto en cartel; Giuseppe se siente decepcionado y así se lo hace saber al ‘impresario’ haciéndole llegar una carta. Giuseppina, que ya conoce la nueva obra del compositor, decide hablar con Giorgio Ronconi, un barítono que sin dudar acepta el rol principal de la obra y será la clave para que Nabucco sea incluído en el cartel de la nueva temporada.
Finalmente el ‘impresario’ accede presionado por Ronconi pero Merelli impone como condición que se utilice el mismo decorado y vestuario del ballet de Cortesi que tiempo atrás habían utilizado para ahorrar costes de producción.
Algo mágico ocurre durante los doce días de pruebas y ensayos. Hacía años que no se veía nada parecido en La Scala. Los trabajadores del teatro dejan sus puestos para ser espectadores de los ensayos, también mientras trabajan cantan a viva voz el Va’, pensiero, pero es que hasta los músicos lo cantan mientras lo tocan con los instrumentos…
Giuseppe Verdi todavía no era consciente de que lo que había creado no sólo era una ópera, sino una esperanza para su pueblo, el pueblo italiano que tan necesitado estaba de unidad e identidad propia.
El 9 de marzo de 1842 Nabucco fue representada por primera vez en La Scala. Y fue todo un éxito.
“Al final del I Acto el público rompió en tales gritos que pensé que iban a insultarme, hasta pensé que a pegarme…”
Históricamente en estos momentos Italia necesita la fuerza de esa música, Italia es también tierra de esclavitud, el pueblo está cansado y el llanto triste de otros compositores no puede seguir siendo su voz.
Giuseppe reconoce que el éxito de Nabucco se debe al coro y que éste sea el verdadero protagonista de la ópera. Y aunque ni Verdi ni Solera tienen intención de que la ópera tenga un subtexto político, Italia la recibe con un entusiasmo extraordinario ya que el pueblo italiano identifica el llanto de los hebreos causado por el dominio de los Babilonios con el suyo propio frente al dominio de Austria. Nabucco y en concreto el Va’, Pensiero cantado por el coro de los esclavos se ha convertido en el himno de los italianos como estandarte de la revolución.
En el momento del estreno de Nabucco Italia no era una nación y aunque hubo varios intentos de unificarla desde 1830, no fue hasta 1861 cuando Italia se convertiría en país por derecho propio.
Oh mia patria si bella e perduta!, nunca había sonado con tanta intensidad y pasión.
Después del éxito de Nabucco, la Condesa Clara Maffei no puede prescindir de la presencia de Verdi en sus habituales reuniones de todos los intelectuales de Milán,” pero su casa no sólo reúne a celebres intelectuales y poetas sino que también acuden todos aquellos que aman e invocan a Italia, jóvenes repúblicanos que sueñan de hacer de Italia una nación que sólo una voz puede unir reunificándola en un único sentimiento “la música”.
Gracias a Nabucco, existieron óperas como Rigoletto, El trovador y La Traviata, Giuseppe Verdi tuvo un período sumamente creativo: dieciséis óperas en doce años; su propia revolución un Risorgimento personal que empezó con Nabucco y removió no sólo la conciencia patriótica del pueblo italiano sino una nueva forma de entender la ópera como un todo; actuación, canto y declamación como parte de una misma cosa. La parola scenica, perfecta armonía entre verso, música y teatro.
Giuseppe Verdi voló hacia los jardines colgantes de Babilonia el 27 de Enero de 1901.
Sección: La Vibración del Coro.
Por Inma Rico.
Alumna de Coro de la Escuela de Música de Yecla.