Barcelona, septiembre de 2022
Los niños del conservatorio donde doy clase, después de recibir dos años de sensibilización y dos de iniciación, trabajan su cuerpo y su respiración. Después, muy poco a poco, siguen con el ritmo, las notas (de una en una) y, por fin, llega el momento de elegir instrumento tras 18 meses incesantes de rueda de instrumentos. Pobrecitos, tienen tantas motivaciones, informaciones, opiniones de abuelos y padres, que realmente no son dueños de su decisión.
Nada fácil ser niño.
Yecla, Septiembre de 1975
Pues ya llevaba yo mucho tiempo detrás de mi abuelo Paco, “El Camarero”, diciéndole: “abuelo, yo quiero estudiar música, como mi hermano Jesús”.
Ahí tuve el primer referente de mi vida musical: mi hermano. El incentivo, ir a la banda para tocar música y así poder jugar al fútbol en la plaza del reloj. Solo me faltaba la persona que me acompañaría en mis primeros pasos en la música, el que sería mi gran tutor: mi abuelo Paco. Qué prontico te me fuiste. Todo era fácil, el itinerario estaba marcado. Únicamente faltaba el profesor y, entonces, apareció el gran maestro D. José Ortuño.
No diré algo que otros ilustres miembros de la banda no hayan dicho ya de él como: “Pepe el músico era un gran conocedor de muchos instrumentos, los conocía todos”. Sinceramente, la trompa para él era una gran desconocida, pero musicalmente me enseñó infinidad de conceptos y también me inculcó el amor por la música.
En toda la historia de la banda sólo había habido un trompista, Silvio. Se podría decir que el maestro D. José y yo íbamos descubriendo el instrumento juntos, y me enseñó algo que he procurado seguir en mis 38 años de profesión: nunca digas nada, ni mucho menos lo enseñes, a no ser que estés completamente seguro de estar en lo cierto.
Era una persona excepcional. Enseñanza de vida. Mi abuelo Paco y Pepe Ortuño se encargaron de mi crecimiento personal y artístico sin darme cuenta, entre juegos y llantos.
Mi abuela, por su parte, me daba cada día castañas calenticas en invierno para que las metiera en mis bolsillos y mantener calientes los dedos. Yo le decía “abuela, así tocaré más rápido que ninguno”.
Mis padres se encargaban de animarme siempre, en una Yecla en la que nunca había habido ningún músico de orquesta profesional.
Que fácil era ser niño.
Barcelona, Octubre de 2023
Llega el momento de comprar un instrumento. El alumno lleva 2 años con una trompa del banco de instrumentos del conservatorio. El padre de mi alumno lleva desde la primera semana de septiembre enviándome catálogos, capturas de pantalla, trompas de Amazon, eBay y un sinfín de webs. La gran premisa es que el instrumento tiene que estar para la noche de reyes, por supuesto.
Hay que elegir una trompa idónea para el niño. Hay trompas de diferentes medidas y tonos: en Si bemol, en Fa, infantiles, junior, media, sencilla, doble, una difícil elección sin vuelta atrás. Además, el mercado asiático nos ofrece toda gama de calidades y materiales. Nada fácil ser niño.
Yecla, Septiembre de 1978
Mi padre me dijo un día a la hora de comer: “Paquito, un hombre, que tiene una fábrica de muebles y es socio de la banda, va a comprar una trompa para la banda y te la van a dar esta noche”. Hasta ahí todo perfecto.
Voy super ilusionado al ensayo de los viernes de la banda, deseando perder de vista mi trompa llena de cinta aislante por todos lados. Yo no lo sabía, pero era una vieja trompa alto Couesnon en Mi bemol.
De repente, minutos antes de empezar el ensayo, llega la trompa nueva. Toda la banda mirándome. Proceden a desembalarla, y evidentemente era espectacular. Una ilusión así sólo se vive si uno viene de algo realmente precario como era mi instrumento.
Cojo el instrumento y, a los primeros intentos de hacerla sonar, me hicieron ver que se venía un problema importante. Nada se parecía a mi instrumento. Era una trompa doble en dos tonos, y ninguno era el tono de mi viejo instrumento. Era totalmente imposible realizar una escala. Pero es fácil ser niño cuando sabes que no hay otra opción.
El maestro puso en los atriles una obra con un gran solo de trompa obligado para que hiciera un debut por todo lo alto: “La del Soto del Parral”.
Mi debut con 10 años “por la puerta grande” se convirtió en un túnel sin salida. No se podía vislumbrar ni por asomo la melodía original. Allí estaba yo, todo pequeñito, hundido en la silla, y el maestro mirándome como diciendo “me han cambiado al Paquito”. Los músicos de la banda pensando, “pues el Paquito este parecía que pitaba, pero no”.
Lo peor fue la cara de decepción de la junta directiva, que habían convencido al “empresario” de la compra, y ver a mi padre en una mezcla de bochorno, pena e incredulidad.
Mi gran suerte fue la llegada de la pausa del ensayo, después de no dar ni una nota que se pareciera a lo que escribieran Soutullo y Vert en la mencionada zarzuela. Me encerré en el cuarto de las partituras y fui probando todas las combinaciones posibles de pistones con aquel nuevo artefacto japonés dorado que, lejos de ser el santo grial esperado, se había convertido en un arma del diablo para mí.
Se acercaba el final de la pausa y sabía que solo había una bala por disparar con aquella maravillosa trompa Yamaha 367. Al final, una mezcla de ensayo/error, memoria, sentido común, y bastante suerte, me hizo afrontar el gran reto.
Se volvió a formar aquel tribunal de gente mayor, mirándome y escuchándome con la máxima atención para esta segunda oportunidad.
Tengo que decir que un último elemento jugó a mi favor, como decía El Quijote, “las viandas y los caldos siempre hacen su trabajo”, pues de todos eran conocidas las bondades del Bar La Zaranda en aquella época, y en la actualidad, por supuesto. Esto hizo que el “tribunal”, tras el descanso y pasar por la Zaranda, mirara con más cariño mi ejecución rasposa, pero suficiente, para sobrevivir a aquel día de mi estreno con un instrumento de verdad.
Una vez más me lleva a decir que todo era más fácil de niño. No hay nada que te ayude más a superarte que la supervivencia. Una vez más, Qué fácil era ser niño, y además venía con una lección de vida incorporada.
Antes y ahora, fácil o difícil, la música es algo que llena las vidas de todos nosotros. No podemos concebir casi ningún acto de felicidad, tristeza, soledad, odio, alegría o amor sin la música. Especialmente los músicos vivimos con ella a todas horas, enseñando, en la banda, en grandes salas, en pequeños acontecimientos… Es algo que la Asociación de Amigos de la Música lleva haciendo desde hace 50 años. 50 años de los cuales 42 ha estado siempre a mi lado y en mi corazón. He pasado por ser estudiante, músico, profesor, director de la banda y amigo de muchos músicos.
Mi hijo me preguntó cuando llevaba unos años estudiando música: ¿Papá, cómo es ser músico? Recuerdo que le contesté: “pues seguramente ganarás menos dinero que con algunas otras profesiones, pero te pasarán y vivirás cosas increíbles que solamente te pueden pasar siendo músico”.
Me siento orgulloso de ser músico de la banda de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla.
Paco Rodríguez Azorín
Director musical Orquesta Filarmónica del Mediterráneo.
Conservatorio Superior de Aragón y Terrassa.
Medalla de Plata en Global Music Awards.