Veintisiete personas en la foto. Primera imagen de la banda de música de la recién creada Asociación de Amigos de la Música de Yecla. Los músicos no llevan sus instrumentos, pero en la insignia de las chaquetas, junto al escudo de la ciudad, ya se puede ver el germen del emblema que más tarde todos identificamos con nuestra asociación: ese semicírculo a modo de calderón que acoge un pentagrama con su clave de Sol, tres notas musicales y un instrumento de cuerda. Los músicos forman apretados mirando a la cámara en un ambiente distendido. Varios de los jóvenes se colocan agachados, como se suele hacer en las fotos de los equipos de fútbol. Los mayores, de pie, orgullosos de representar a la música de su ciudad. En su mirada se percibe la satisfacción de haber hecho posible un proyecto que dará continuidad al movimiento bandístico en Yecla. En los jóvenes, junto a ese entusiasmo que siente el adolescente al incorporarse al mundo de los mayores, vislumbramos la emoción de haber superado los estudios musicales de la academia y poder así formar parte de la banda. En todos, la ilusión por un proyecto que acaba de nacer. Esa fotografía es historia. Historia de la música en Yecla.
La fotografía, fechada en 1979, es la primera imagen oficial de la banda. En la siguiente, la del año 1985, ya estoy yo. Ingresé en la Escuela de Música de la AAM poco antes de hacerse esa primera foto. Llegué de la mano de mi tío Fulgencio Olivares, clarinetista de la banda y miembro fundador de la asociación. Allí recibí mis primeras lecciones de solfeo con el maestro José Ortuño y con Pedro Marco. Y al superar la primera parte del Método de solfeo de don Hilarión Eslava, salí con la banda tocando los platillos. Recuerdo lo que podríamos llamar una “prueba de acceso”. Yecla, una tarde de 1979, Escuela de Música en la torre del reloj. Yo, con los platillos. Pedro Marco, al que todos conocíamos como Perico el Flauta, está a mi izquierda tocando el bombo. A mi derecha, el maestro Ortuño, y en el atril, Paquito el Chocolatero. Mientras el maestro Ortuño cantaba la melodía, yo debía tocar junto al bombo la “dificilísima” parte “Chin, Pum-Pum, Chin-Chin, Pum, Pum…”. Recuerdo que puse toda mi alma en el empeño y no debí de hacerlo muy mal porque al terminar el maestro dijo algo como “Bueno, el zagal está preparado. El viernes, al ensayo”. Notición en casa, alegría en la familia y unos meses después, en Santa Cecilia, estaba la banda tocando frente a mi casa para darme la bienvenida. Un recuerdo imborrable.
Han pasado cinco décadas desde que se formó la asociación. Cincuenta años que, como cualquier viaje vital, no ha estado exento de etapas difíciles, pero tampoco de muchos momentos brillantes, alguno de ellos verdaderos hitos que traspasan los límites de lo local y que ya forman parte de la historia de las bandas de la Región de Murcia. Son cinco décadas de actividad musical que han marcado profundamente la cultura de Yecla y que, además, han influido directamente en la vida de muchas personas.
El contacto con la música marcó mi vida y me ofreció la posibilidad de dedicarme a una profesión que desempeño desde 1989. Y en este momento quisiera acordarme de las personas que lo hicieron posible: mi tío Fulgencio Olivares, por llevarme a la Escuela de Música y animarme a continuar en un momento de incertidumbre; José Ortuño y Pedro Marco, mis primeros maestros; Luis Chirlaque, primer presidente de la asociación y una de las personas más amables que he conocido; mis primeros compañeros de cuerda en la percusión de la banda: José Ibáñez, su hijo Pedro y Elías Rodríguez; Martín Andrés, Miguel Díaz, Ángel Hernández y Eduardo Menor, músicos experimentados que con gran generosidad ofrecieron desinteresadamente sus conocimientos a la Escuela de Música; Pedro Hernández, al que todos llamábamos Perete, veterano clarinetista, incansable y siempre al pie del cañón. Y finalmente, la junta directiva de la AAM de 1987, presidida por Romualdo García, y desde 1988 por José Marco, que confió en mí, apenas un chaval, para asumir la dirección de la banda de música. Todos están en mi memoria. Con ellos me formé como persona y como músico.
El viaje de cinco décadas ha merecido la pena. De la semilla que se plantó entonces, y que tan bien refleja esa foto fundacional, ha surgido una entidad cultural que es el orgullo de la ciudad que representa. ¡Enhorabuena por estos 50 años de música!
Pedro Rubio Olivares
Catedrático de clarinete del Conservatorio Superior de Música de Castilla y León en Salamanca.