«_Todos tenemos un sonido propio, que a través del cuerpo podrás hallarlo: estarás tocando el alma. Y entonces resonarás a coro con el universo_.»
Nestor Eidler.
Hace unos días llegó a mis manos un estudio que forma parte del proyecto llamado «Kroppens Partitur» (Las partituras del cuerpo).
Este estudio demuestra que «cantar al unísono tiene un efecto de sincronización del ritmo cardíaco de los cantantes que tiende a disminuir al mismo tiempo al ritmo que marca la música».
El canto impone un patrón sereno y regular de respiración y este efecto es espectacular sobre la variabilidad de los latidos del corazón, al respirar a la vez el cerebro acompasa los latidos al poco de empezar a cantar, lo que «supone llevar un ritmo de respiración más lento de lo normal, y a su vez repercute en la actividad cardíaca con un efecto subjetivo y biológico calmante muy beneficioso para la función cardiovascular».
Me impresionó encontrar documentación científica que dejara latente el beneficio que tiene para nuestro organismo cantar en un coro, descubrimiento que en cierta forma cualquier miembro del coro de nuestra escuela habrá experimentado, cuanto menos intuido.
Lo que empiece primero, llámese «efecto de sincronización del ritmo cardiaco» o sencillamente «emoción compartida», da igual, lo cierto es que es una interconexión inconsciente y maravillosa entre treinta y siete personas que a un mismo tiempo son conducidos por un sentimiento común: La pasión por la Música.
La técnica impartida por el profesor José Antonio Cecilia Bernal ha reforzado todavía más, si cabe, este sentimiento colectivo que es sin duda transmitido en cada actuación y nos ha llegado a catalogar por el público como un coro diferente.
Cada ensayo, cada audición, son momentos irrepetibles y nos unen. La relación en este coro es ciertamente muy especial. La mayoría de nosotros no nos conocemos mucho pero cada uno nos sabemos parte imprescindible de este gran proyecto, un coro con personalidad propia, objetivo claramente marcado por el Director y que orgulloso, al fin de cada actuación, nos convence de haber conseguido.
La música es esa «pequeña» esperanza con la que conseguir un mundo interior mejor y hacerlo de forma grupal nos conecta no sólo y en esencia con nuestras emociones sino también con una expresión conjunta de libertad por querer compartir el regalo de nuestro propio sonido.
Y es que, como expresó A. Schopenhauer: «En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad».
Inma Rico.
Alumna de coro de la Escuela de Música de Yecla.