“El Lamento de Dido” de Purcell

Aviso a lectores: estos artículos están dirigidos a todos los públicos y tratan temas muy variados intentando aportar una visión crítica. Sea como fuere, aportarán datos reales, objetivos; pero desde un punto de vista subjetivo. Esto es así porque la autora entiende que en esta ciencia, o este arte: la música; toda opinión, gusto, certeza o conocimiento nace de un individuo y tiende a colectivizarse en un bucle que se torna infinito. Aunque cada uno de estos artículos tendrá una forma diferente, en la mayor parte de ellos encontraremos dos secciones: una primera que nos aporte datos técnicos y musicales; y otra que divague y entre en temas más polémicos, sociales, de opinión, de gustos, etc.

Les recomiendo, antes que nada, escuchar, y ver, esta versión de “El lamento de Dido” que, aunque con vestuario y escenografía anacrónicos, es d una belleza sublime. Recuerdo el impacto que me causó cuando la vi por primera vez, en una clase de Historia de la Música, y gracias a una compañera a la que tengo en gran estima. Espero que a ustedes tampoco les deje indiferentes.

Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=jOIAi2XwuWo

También les dejo el texto traducido del inglés:

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Tu mano, Belinda; la oscuridad me envuelve. 

En tu seno déjame descansar.

Más quisiera, pero la muerte me invade;

La muerte es ahora una bienvenida visita.

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Cuando yazga, yazga en la tierra, que mis errores

no causen cuitas a tu pecho;

Recuérdame, recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino.

Recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino.

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“El Lamento de Dido” es un aria de una obra del compositor barroco Henry Purcell (1659-1695) titulada Dido y Eneas (1689). La pieza que acabamos de escuchar comienza con un fragmento en estilo recitativo (primera estrofa) y continúa con el aria (segunda estrofa). Ambas partes se diferencian, básicamente, en que el recitativo suele ser más casto, por decirlo de alguna manera, y soporta mayor peso argumental (la historia que nos relata la ópera avanza, suceden cosas, los personajes dialogan, etc.). En un aria, la música es lo que prima, es más melodiosa, está “más trabajada” musicalmente, al menos aparentemente; pero, al mismo tiempo, y como consecuencia de esto, el ritmo argumental se detiene. El recitativo puede ser secco (apoyado solo por acordes, indicado a través de un bajo cifrado) o accompagnato (en el cual, el compositor o compositora, desarrolla ese acompañamiento). En este caso encontramos un recitativo secco que nos conduce al aria a través de un descenso cromático del bajo. Aquellos que sepan algo más de música, pónganle atención al escucharlo. Con una solemnidad y una sencillez extrema, este movimiento cromático, muy usado en la época y denominado basso di lamento, nos introduce en un aria que, sin las grandes florituras que se emplean en ocasiones en ellas, consigue hacernos empatizar con esa tristeza tan pura de Dido. De hecho, quizá sea ahí donde estribe su belleza.

Para terminar con los datos técnicos de la pieza, señalaremos que esta aria está sustentada sobre una chacona, que es una forma de variación continua típicamente barroca. Si prestan atención al bajo, notarán que, desde la primera aparición del ya nombrado basso di lamento, el bajo no hace otra cosa que repetir ese mismo movimiento, mientras que el acompañamiento y la melodía varían.

La historia de Dido y Eneas, originaria de La Eneida de Virgilio, y muy recurrida a lo largo de la historia, es la base argumental de esta ópera. Su libreto, escrito por el dramaturgo y poeta inglés Nahum Tate, nos cuenta de nuevo esta historia. Se trata, básicamente, de una historia de amor entre la reina de Cartago, Dido, y el héroe troyano Eneas. Eneas, cuyo cometido es refundar Troya, acaba en Cartago, enamorándose de Dido. Sin embargo, su amor se ve interrumpido porque él debe continuar su camino. Culpables de esta separación son, en gran medida, una hechicera y sus brujas que, celosas, conspiran contra ellos y le hacen llegar a Eneas un mensaje falso. Un espíritu toma forma de Mercurio para entregar un mensaje a Eneas de Júpiter: debe abandonar Cartago y retomar inmediatamente su viaje. Este está enamorado de Dido, y esta de él, pero ella sabe que tiene que dejarlo marchar, a pesar de que no va a poder vivir sin él. Eneas finalmente continúa con su viaje y Dido acaba muriendo.

Ahora bien, sin ánimo de ofender ni de restar belleza a esta gran obra de arte, quizá sea lícito preguntarnos: ¿cuál era, entonces, el cometido vital de Dido, enamorarse de Eneas y ya? Sabemos que Eneas tiene un cometido, y que Dido es para él un pequeño paréntesis en su camino, pero él continua. Para Dido, sin embargo, este hecho es crucial en su vida. Tanto, que cuando él se marcha, ella se resigna y muere. Para más inri, todo esto está manipulado por una hechicera y sus brujas, todas mujeres, ¿casualidad? No creo. Además, tenemos el mito del amor romántico. El amor se acaba, y Dido muere: no puede vivir sin él, su vida no tiene sentido. Con estos referentes, ¿cuáles iban a ser para las mujeres sus máximas vitales?

Sin embargo, esta música enternece y, al menos yo, sufro y padezco con Dido y con cada una de sus palabras y las notas musicales que las acompañan… Remember me, remember me. He aquí la contradicción, he aquí, quizá también, la belleza de todo esto. Encontrarnos divididas, saber que no queremos la vida de Dido, pero que no podemos evitar vivir con ella su destino y disfrutar, con ella también, de su preciosa tristeza.

Referencias:

http://www.fiorellaspadone.com.ar/operas/argumentos/dido-y-eneas.html

Clemens Kühn. (2003). Tratado de la forma musical. Barcelona: Idea Books.

 

Esther Pérez Soriano.

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