EMILIO CEBRIÁN RUIZ

Cualquier músico de banda ha interpretado o conoce la música de Emilio Cebrián o muy difícil sería que nadie hubiese tocado el pasodoble “Churumbelerías” por ejemplo, pero en realidad no imaginamos la magnitud que ha tenido este extraordinario músico en tan poco tiempo de vida. Aunque en estos artículos hablemos de la música procesional en general, creo que no sería apropiado dejar atrás la historia de este gran músico en todas sus facetas.

Emilio Cebrián Ruiz, nace en Toledo en julio de 1900 y ya desde muy joven comienza a asistir a la academia de música del maestro José Blanco, que muy pronto avisa de las aptitudes del entonces niño para con la música. Tras el desacuerdo de sus padres, a los quince años ingresó como alumno en la Banda de Música de la Academia de Infantería de Toledo y muy rápidamente obtiene la plaza fija como “músico de segunda” en la categoría de militar de requinto. Amplió sus estudios musicales con varios maestros como el maestro de capilla de la Catedral Primada de Toledo, D. Francisco Saizar con el que estudió piano y armonía para poder recalar entonces en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. En ese tiempo, también ingresa como clarinete en la orquesta del Teatro Municipal de Rojas. Otro dato que nos asombra es que en 1926, con veintiséis años, fue nombrado director de la Banda de Talavera de la Reina a través de un concurso de méritos para cubrir la plaza de director.

Tras conseguir grandes objetivos como ganar el Concurso Regional de Bandas de Toledo con la banda de Talavera, es cuando la Reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII se interesa por él y su música.

Un hecho de gran importancia en la vida de este músico y que conllevaría otro éxito dentro del mundo de la Semana Santa, fue cuando en el año 1933 quedó vacante la plaza de director de la Banda Municipal de Jaén. Tras un concurso de méritos muy ajustado el maestro Cebrián ganó la plaza, eso sí, siendo el único que consiguió reconocer todos los fallos que el Jurado había colocado a propósito mientras sonaba la banda, como por ejemplo que el fagot no tocaba su propia partitura o que la flauta hacía la voz del requinto.

Es en 1935 cuando Cebrián siendo director de la Banda Municipal de Jaén compone una marcha procesional que ha quedado para la posteridad como es, “Nuestro Padre Jesús”.

“Nuestro Padre Jesús” es una marcha escrita concretamente para la imagen de Nuestro Padre Jesús “El Abuelo” de la ciudad de Jaén, al que vemos en la derecha. El encargo o la idea de hacerle una marcha a la imagen del “Abuelo” le llega a Cebrián a través del “fabricano”, el encargado de los enseres de la hermandad, Antonio Delgado, quien le propuso al maestro que le escribiera una marcha ya que durante la procesión solo se interpretaban dos.

Cuentan los hechos que en el año 1934 durante la procesión del “Abuelo” del viernes santo, el maestro Cebrián portó durante un tramo de la procesión a dicha imagen y que tras terminar este tramo, visiblemente emocionado por vivir la experiencia, se abrazó al fabricano Antonio Delgado, diciéndole que trasladaría lo que acababa de vivir en una marcha procesional.

La composición tuvo buena acogida tanto por parte de los músicos como del pueblo en general y para afianzar esta conexión, Cebrián decidió incorporar algunas estrofas del “Himno a Jaén” que él mismo compuso, con la base de la letra del “Canto a Jaén” de Federico de Mendizábal de 1932. Como curiosidad, la marcha está compuesta para una plantilla de Banda de Música con varios motivos populares andaluces y como acabamos de mencionar, con algunas estrofas del “Himno a Jaén”. Hoy en día, sigue siendo una de las marchas más interpretadas en todo el territorio español.

El 3 de octubre de 1943, el maestro Cebrián se encontraba en Lliria (Valencia) para realizar un concierto con su hermano Francisco. Este día, Cebrián, iba a dirigir la banda de su hermano, la Banda Primitiva de Lliria, al que no había visto actuar profesionalmente todavía, pero desgraciadamente perdió la vida tras caer desde una puerta-balcón, al que había salido a “fumarse un cigarrillo” según cuenta Manuel Vílchez, que no tenía balaustrada y cayó al vacío. Es un final triste para un músico tan importante. En ese concierto que Cebrián iba a dirigir eran nada más y nada menos que “Una Noche en Granada” y el célebre pasodoble “Churumbelerías”.

Aunque para finalizar pongamos el broche con la marcha que nos ha correspondido hablar, no puedo dejar de aconsejar escuchar marchas como “Macarena”, “Jesús Preso” o ya de otro ámbito como la que hemos mencionado “Una Noche en Granada” o algunos de sus grandes pasodobles.

Roberto Puche.

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