La música es una de las más altas expresiones de las emociones, el afán irrefrenable que desgaja los silencios en una explosión de sensaciones que albergan los vértices de los sentidos. Nuestras raíces, nuestras tradiciones, nuestra Semana Santa no podría ser contada sin las emociones tan intensas que la música dibuja con cada nota. Solo a través de los acordes se puede expresar eso que nace de lo más profundo de nuestro ser, porque allí donde no llega la palabra, lo hace la música. La Semana Santa es poesía en el susurro del viento que trae consigo la leyenda de los tiempos. La infinidad de este anhelo que nos envuelve no sería tal sin la música, y es que hasta el espíritu se doblega en el tiempo de los sentidos, y se palpa la esencia de la Pasión en la retina y el oído de quien se sabe inmerso en esta dulce locura de la que es imposible escapar, pues embarga y araña lo más profundo del alma.
La música renueva en los días de Pasión el prodigio que el tiempo marchitó, alienta la nostalgia que subyace en el sueño de los despiertos. En su inmensidad se contienen los pulsos. Y frente a ella, alguien que siempre la sintió como parte de sí mismo, alguien que decidió adornar los cuatro espacios de eternidad contenidos en los cinco horizontes de un pentagrama, con la melodía exquisita de quien compone con el corazón y plasma en cada nota la sensibilidad que alberga su espíritu.
Con la cautela de quien aún tenía mucho que aprender y con la humildad de quien respeta profundamente aquello a lo que se enfrenta, David Rivas empezó a trabajar en lo que, por entonces, tan solo era un sueño. Y así, en la intimidad de su estudio comenzaron a nacer sus primeras composiciones. Volaban a su merced los acordes, sin imaginar que, algún día, sus obras serían interpretadas más allá de nuestras fronteras. Hacía lo que más le gustaba, y lo hacía sin hacer ruido, con trabajo y constancia, porque el tiempo suele ser justo con quienes entienden que solo a través del esfuerzo se alcanzan los sueños. Ese ha sido, sin duda, el mayor secreto de su éxito.
Sus composiciones empezaron a mostrarse al mundo, llegaron los primeros estrenos, y aquellas notas que habían nacido en la más absoluta intimidad, comenzaron a sonar en los teatros. Pasaba el tiempo, y la presencia de David en el mundo de la música era cada vez mayor. Parafraseando a Cernuda, “se inventó la hermosura o supo verla, pero el mérito igual en ambos casos”, y no es trivial tal circunstancia, pues su música llenaba auditorios y despertaba los aplausos del público.
A su estudio llegaban encargos de forma cada vez más asidua. Algunas de sus obras fueron seleccionadas como piezas obligadas en certámenes internacionales. Célebres bandas y reputados músicos interpretaban sus composiciones. Y así, el nombre de David Rivas comenzó a sonar con fuerza en el panorama musical.
La sensibilidad que la vida le ha otorgado, dota sus composiciones de una delicadeza sublime. Sus piezas han sido estrenadas por diversas agrupaciones en infinidad de teatros y auditorios nacionales. Su catálogo supera ya las ciento ochenta obras, algunas de las cuales han sido galardonadas con prestigiosos premios de composición. A nivel internacional, David ha recibido tres medallas de plata y dos de bronce en los Global MusicAwards, dos primeros premios en los AkademiaAwards, un LIT TalentAward y un Jerry GoldsmithAward.
La producción musical de David es muy extensa y variada, pues ha compuesto obras para banda, orquesta sinfónica, coro, música de cámara, bandas sonoras de teatro y cortos cinematográficos. Amante de la Semana Santa, decide componer su primera marcha fúnebre. Comienza su andadura en este género en el 2009, año en el que nació Ecce Homo, una marcha delicada, intimista, de corte ciertamente camerístico. La pieza fue dedicada a los cargadores de dicho paso, perteneciente a la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Zamora.
En 2011, con un puñado de notas en una mano, y una maraña de sentimientos en la otra, David Rivas componía una marcha que se convertiría en seña de identidad de la Semana Santa. Pero en ese momento él no lo sabía, y es que escribir con la pluma del corazón, tiene consecuencias en el alma de quien escucha. “Perdónalos”, una marcha compuesta con absoluta pulcritud, inspirada en la estética zamorana e instaurada ya en la Semana Santa de tantos y tantos lugares que, año tras año, la interpretan durante los días de Pasión. Cada uno de sus compases mece de manera magistral el bendito caminar de las tallas. Sus notas han conformado una melodía eterna capaz de burlar el filtro del tiempo, como el verbo que busca fundirse en un infinitivo eviterno para seguir siendo y sintiendo, pues solo perdura aquello que no le pertenece al tiempo. Y es que las sensaciones son propias del alma, y allí no alcanza el límite finito de la trivialidad de lo fugaz. La delicadeza de los acordes de la marcha nos procura una pausa. Escucharla nos conduce irremediablemente a la necesidad de lanzar una mirada al interior, pues es mayor la claridad de las cosas que se miran con los ojos del alma.
En 2016, llegaría la siguiente composición, “Camino del Sepulcro”, una marcha solemne y sinfónica dedicada al grupo escultórico “Conducción al Sepulcro” y a sus cargadores. La imagen pertenece a la Real Cofradía del Santo Entierro de Zamora.
En 2017 se estrenaba en el Teatro Ramos Carrión, “Tercera Caída”, una elegante marcha conmemorativa del 75 Aniversario de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída, emblema de la tarde del Lunes Santo en Zamora.
Ese mismo año, David añadía una nueva Marcha Fúnebre a su catálogo, “Llanto por Cristo Muerto”, una evocadora pieza compuesta para la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad de Toro en el 75 Aniversario de su refundación. Esta obra fue galardonada con el primer premio en el VIII Concurso de Marchas de Procesión de San Pedro del Pinatar.
Tal es la relevancia de David Rivas en el panorama musical, que en 2018, la Junta Pro Semana Santa de Zamora encargó al compositor una pieza conmemorativa que fuera capaz de evocar el conjunto de la celebración de la Pasión. Así nació “Tríptico de la Semana Santa de Zamora”, una obra para orquesta y coro dividida en tres movimientos que hace referencia a la Santísima Trinidad.
Ese año, David también compuso “En tus manos, Soledad”, una delicadísima y emotiva marcha dedicada a una de las mayores devociones de la Semana Santa de Zamora, la Santísima Virgen de la Soledad, imagen perteneciente a la Cofradía de Jesús Nazareno.
David Rivas se ha convertido en un reconocido compositor a nivel internacional. Sus obras han sido interpretadas en países como Alemania, Rusia, Estados Unidos o Argentina. Su carrera se encuentra en constante evolución debido a su trabajo incesante. Una de las primeras piezas que cruzó nuestras fronteras fue “Perdónalos”, cuyos acordes sonaron en Grecia y Portugal. Ese fue el inicio de una carrera musical que hoy avanza imparable en la geografía internacional. En su catálogo destacan piezas como “La Ruta del Cid”, interpretada en Colombia, Brasil y Perú, o “Los últimos días de Troya”, un poema sinfónico premiado con el galardón ThirdBest Score in a Free Creation en los prestigiosos Jerry GoldsmithAwards, y con una medalla de bronce en los Global MusicAwards. Sus acordes han sonado en países como Japón y Cuba.
El amplio recorrido y la consolidada trayectoria de David han hecho que actualmente participe como jurado en numerosos concursos musicales. Además, suele trabajar como director y compositor invitado con diversas agrupaciones de toda la geografía. David Rivas ha creado con el paso de los años un proyecto, ha instaurado una marca personal unida a un estilo propio.
La producción musical de David relacionada con la Semana Santa no cesa a lo largo de toda su trayectoria. Así, en 2019 estrenó “Luz Eterna”, una enérgica y solemne marcha de procesión dedicada a la Hermandad del Santísimo Cristo de la Luz de Cuenca, por el 75 aniversario de su imagen titular, el Cristo de la Luz.
En 2020, David compuso “La Amargura de las Tres Marías y San Juan”, una sinfónica marcha fúnebre dedicada a todos aquellos que de algún modo habían formado parte del paso “Las Tres Marías y San Juan”, perteneciente a la Cofradía de Jesús Nazareno de Zamora.
La extensa aportación de David al patrimonio musical de la Semana Santa es indiscutible, tan amplio es su catálogo de marchas, que la producción de más de una década se ha condensado en un minucioso y delicado trabajo, un proyecto discográfico que recopila todas sus marchas, una auténtica joya para los amantes de la Semana Santa. Las obras han sido grabadas por la Unión Musical Pozuelo de Alarcón, bajo la batuta del Maestro Carlos Herrero Belda. La agrupación está íntimamente ligada a la Semana Santa de Zamora, puesto que participa desde hace años en la procesión de la Cofradía de la Santa Vera Cruz y acompaña cada tarde de Viernes Santo a la Virgen de los Clavos, imagen perteneciente a la Real Cofradía del Santo Entierro, con la que está hermanada desde el año 2015.
En el disco se incluye también una pieza llamada “Esta es mi sangre”, obra que David compuso en el año 2018 por encargo del músico Jesús Núñez, y que fue estrenada en la Catedral de Valladolid a cargo del propio Jesús, Pilar Cabrera y la Camerata Vallisoletana. Se trata de un lamento para trompeta, órgano y orquesta de cuerda. Así pues, no puede considerarse una marcha como tal, pero dado su carácter nostálgico y ciertamente fúnebre, se ha tenido a bien incluirla en el trabajo discográfico.
Por último, en el disco también se recoge una obra absolutamente instaurada en Zamora, “Alborada”, el primer movimiento de la “Suite Sayaguesa” que la Cofradía de la Santísima Resurrección estimó conveniente que fuera interpretada en el momento en el que tiene lugar el encuentro entre Jesús Resucitado y la Virgen de la Alegría. Esta obra fue galardonada con una medalla de plata en los Global MusicAwards, y sus acordes han sonado en países como Italia y Japón. La composición para banda, flauta y tamboril, es interpretada por Luis Antonio Pedraza, y se ha convertido en seña de identidad del Domingo de Resurrección. La pieza ha sido incluida en el disco como obra final del proyecto, reflejando de esta forma el epílogo de la Pasión, y aportando así el matiz festivo y glorioso que representa la Resurrección.
La obra discográfica recibe el nombre de “Perdónalos!”, en honor a la marcha más emblemática y representativa del compositor. El disco es, en sí mismo, un discurso a través de la música, la manifestación de una forma de sentir la Semana Santa. Un trabajo que muestra el modo de entender la Pasión según David Rivas. En cada una de las marchas, David ha sido el artífice de esa magia que la música despierta cuando por medio de los acordes amanece en la mirada y ensancha sus costuras el alma. Orfebre de la más alta manifestación de los sentidos a través del arte que ha forjado con admirable maestría durante años de sensaciones, de emociones eternas.
“Perdónalos!”, acordes para la Semana Santa, música para acompasar los latidos a la distancia del alma. La melodía del corazón que camina bajo los banzos, la poesía que brota de las entrañas, el verso que emana del alma de quien se sabe preso de las emociones que le aprietan por dentro. Cada nota rezuma un intenso sabor a tradición, sus acordes son aliento para los cargadores, bálsamo para el hombro dolorido. Parece difícil que quepan tantas sensaciones en un puñado de partituras, que se enreden al alma, con tal intensidad, las emociones que se resbalan entre la efímera eternidad de cada nota. Pero hay obras que son sentimiento en sí mismo, hay acordes que brotan del corazón y se convierten en un todo resuelto en infinitos. Las estrofas que palpitan en nuestro interior dibujan un remolino de sueños que permite dar impulso a las emociones. Y es que a veces al corazón le sobran los versos que le faltan al silencio. Y en esa eternidad que nos araña por dentro, invocamos la música para que nos libere. “Perdónalos!” consigue conmover de tal modo que llegan incluso a agrietarse los pliegues del alma. Y a veces necesitamos estremecernos de esa manera, rompernos por dentro para seguir vivos, porque solo así, sintiendo de ese modo, conseguimos no quedarnos al margen de nosotros mismos. Solo así, como decía Romero Murube en sus versos, “algo unirá nuestra sangre con los cimientos del mundo”.
“Perdónalos!”, los acordes que acompasan durante la Pasión, los pasos del Señor.
Sara Pérez Tamames.