Aunque parezca algo insólito, el 85% o 90% de los “males” que puede sufrir un músico a lo largo de su vida como instrumentista, provienen de algo en su postura que podría o debería mejorar, desde adelantar un brazo para que esté alineado con el cuerpo, hasta no bloquear la respiración (algo muy frecuente en pianistas y violinistas).
Cuando pienso en el origen de estos problemas, sólo se me ocurre remontarme al principio de la andadura musical, cuando comenzamos a estudiar nuestro instrumento de pequeños, porque ¿quién ha tenido un profesor con conocimientos sobre fisiología del cuerpo? Y no me refiero a que sea un experto en anatomía o biomecánica, ni mucho menos, pero sí considero necesario que los profesores aprendan cuál es la correcta posición para poder tocar su instrumento tantos años, sin acabar lesionando nuestro motor y medio de trabajo, el cuerpo.
Muchos profesores hacen incidencia en la postura de sus alumnos para mejorar algo que no ven correcto o “normal”, que a simple vista no puede estar bien, pero normalmente lo que hacen es comparar la posición del alumno con la suya propia (pensando que la suya es la correcta posición, claro), sin tener en cuenta que cada cuerpo es diferente, y es posible que esa colocación en una mano que a ti te va muy bien, a la fisiología de tu alumno, no le vaya tan bien e incluso le podamos perjudicar con el cambio.
Por eso es importante conocer la postura fisiológica y ergonómica del cuerpo, porque lo que está claro es que lo natural del cuerpo, no nos puede hacer mal, sólo tenemos que aprender a usarla.
El motivo principal de este artículo, es intentar concienciar de que en general los problemas o lesiones que padecen (o pueden llegar a padecer) los músicos durante su carrera, son mayoritariamente consecuencia de una “mala postura” a la hora de tocar.
Demostrar esto, es bastante complicado y comprobarlo empíricamente lo es aún más, así que mi propuesta es sacar conclusiones basadas en datos objetivos empleando algo que ciertamente sabemos, y compararlo con la vida del músico.
Veamos un ejemplo; imaginemos a un nadador semi-profesional, que entrena unas 4 horas diarias. Además, hace todos los calentamientos y estiramientos que tiene marcados siempre antes de ponerse a nadar, (cosa que muy pocos músicos hacen y seguro que ninguno tan a conciencia como este nadador).
En su entrenamiento diario llega a dar unas 6.000 brazadas al día (3.000 con cada brazo), y si suponemos que entrena 6 días a la semana, esto son 18.000 brazadas a la semana con cada brazo. Ahora imaginad que este nadador tiene un pequeño defecto de técnica en el movimiento del cuerpo (rolido), que hace que el brazo derecho, por ejemplo, no salga del agua correctamente, sino un poco de tensión en un músculo del hombro, pero una tensión casi inapreciable que para nada le impide realizar sus entrenamientos y competiciones diarias.
Bien, si este nadador fuese una persona “normal”, que va a nadar de vez en cuando para mantenerse en forma, raramente le va a dar problemas ni acabará en tendinitis, pero para una persona que al cabo de la semana hace ese “mal gesto”, 72.000 veces en un solo mes, es posible que comience un importante dolor y si no se trata pueda acabar con una lesión a medio/largo plazo, ¿no creéis? No hace falta saber mucho sobre el cuerpo humano, ni sobre fisiología, para saber que cualquier gesto hecho de una forma incorrecta un millón de veces, puede acabar produciendo un daño.
Este ejemplo que todos entendemos y vemos lógico en un nadador, un deportista, relata casi exactamente la misma realidad de la vida cotidiana de un músico: horas y horas al día, en la misma posición, haciendo los mismos movimientos, colocados de la misma manera, día tras día, así que como anteriormente hemos reflexionado, una posición –no adecuada- o mejor dicho no fisiológica para el cuerpo, mantenida y repetida tanto tiempo, puede causar dolores, desequilibrios estructurales y lesiones.
En conclusión, al igual que un deportista se lesiona por una sobre carga al realizar un gesto de manera incorrecta repetidas veces, al músico le pasa exactamente lo mismo.
Pero además, existe una gran diferencia entre ambos profesionales y es la cantidad de personal instruido en el cuerpo humano, la salud y la condición física, etc. Que el deportista tiene alrededor que lo acompañarán siempre a lo largo de su carrera, dedicados a cuidar del deportista y atender sus necesidades y en contraposición la ausencia casi total que tienen los músicos de estas figuras necesarias a lo largo de su carrera y no sólo para ser tratados ante un problema o lesión, sino para algo más importante, para ser informados, orientados e instruidos en los buenos hábitos, la buena ergonomía, la buena salud corporal y la importancia de todo esto para poder mantener una carrera larga y saludable y sobre todo prevenir cualquier tipo de lesión.
Así que en conclusión, podemos decir que el 90% de los problemas que puede sufrir un músico a lo largo de su carrera profesional es debido a todo lo anteriormente comentado, y es “curable” haciendo un buen trabajo basado en la gestualidad y la posición al tocar.
Texto cedido por su autora, con referencia a www.clinicarondanorte.com
María Dols.
Fisioterapeuta (nºcolg. 1620) y Músico Profesional.