Cuando empecé a estudiar música me dijeron: ¡Prepárate para tener el armario lleno de ROPA NEGRA!
Es algo que nunca entendí y siempre me impusieron, “mañana hay concierto, a las 20 horas aquí todos de negro”. ¿De riguroso negro? ¿Por qué?
Históricamente no he encontrado una razón contundente que me explique por qué se estableció como regla musical no escrita que el negro era el color para el concierto, aunque son muchas las teorías que encuentro, incluso yo mismo puedo imaginar de por qué esto es así.
En primer lugar pensamos en la facilidad de unificar criterios a la hora de establecer una vestimenta común. Buscando una época donde nuestro atuendo se asemeje al actual, tendríamos que remontarnos al Romanticismo musical, por entonces, incluso antes, no era común la interpretación solista o individual musical, siendo lo habitual la música de cámara o, al menos, en agrupaciones de dos o más personas; y desde entonces, lo más sencillo es obvio, todos de negro y “pa’ alante”.
Por lo tanto, en busca de esa uniformidad estética pienso que se empezó a usar el negro, o generalmente colores oscuros para conseguir dicha homogeneidad.
Si bien es cierto que el blanco también es una opción común y asequible, se conoce que no triunfó debido al desgaste que sufre la prenda y el más que posible cambio de color, sumando finalmente pero no menos importante el sudor, que bien sabido es más que visible en los textiles más claros; siguiendo en esa línea, también es cierto que el color oscuro queda más “resultón” y agradecido a cualquier mancha que pudiera resultar en el fragor de la batalla.
Además, no es menos verdad que el negro estiliza, y podría decirse que incluso en muchas ocasiones pueda ser hasta más elegante; incluso diría que es la opción ideal para honrosas ocasiones, piénsese en velatorios y ocasiones más formales. Pero todos los conciertos de negro, uno sí y… ¿otro también? ¿Seguimos con las pantallas en blanco y negro?
El negro sí que es la opción ideal y diría que única para aquellos conciertos en el foso con compañías de danza, para pasar desapercibido y primar lo importante en ese caso, la danza.
Bajo mi punto de vista esta costumbre de vestimenta carece de originalidad e interés por el detalle visual, siempre muy cuidado si buscas una performance completa. Como todos sabemos lo primero que entra en un concierto es lo visual: lo primero a comentar y tener en cuenta incluso antes de escuchar siquiera una nota. Simplemente con un pequeño toque de color, se consigue un punto de vista original y cercano, como hizo hace muy poco el pianista Juan Perez Floristán, con la Sinfónica de Murcia, todo de negro y calcetines rojos.
Numerosos grupos de percusión a nivel nacional e internacional huyen de un conjunto triste y lúgubre, como por ejemplo el grupo “Amores”, que llevan todos un pantalón y camisa original a juego, así como el cuarteto de marimbas de Conrado Moya, que suelen ir de rojo.
En mis actuaciones de música de cámara, no nos costó nada ir a una tienda de ropa y buscar una camisa y pantalón a juego, y en una ocasión incluso los mismos zapatos, con camiseta para descargar, y polo post-concierto para saludar.
Para tocar solo, personalmente, siempre me gustó innovar, y rara vez di un concierto de negro entero, camisa negra y pantalón claro, o pantalón negro y camisa clara, sí. Elegante siempre, pero no de negro. Camisas de colores no excesivamente vivas, que presenten el respeto a lo visual y al concierto en general, pero no llamativas que distraigan de lo importante, el aspecto musical. Y siempre, siempre, que te encuentres cómodo, por eso huyo muchas veces de las americanas para una actividad tan física como la percusión.
Por último una recomendación personal… pantalones ajustados para la marimba… ¡ni hablar!
Por estas razones fui a Yecla el pasado 21 de abril con un pantalón granate, unas deportivas chulas, una camisa blanca y mis tirantes a juego con la pajarita. Por cierto, el entorno, el edificio, fenomenal.
Fran Tortosa.