Un día que estaba estudiando decidí mirar por casualidad nuestra revista Diapasón. Fue entonces, al leer artículos de otros de mis compañeros de banda, cuando decidí escribir algo para dicha revista, cosa que hizo que en ese momento dejara de estudiar, espero que valiera la pena.
Yo, al igual que muchos, empecé en la Escuela de Música a los ocho años. Lo cierto es que antes de empezar con la música iba a clases de baile, pero pronto me di cuenta de que no servía para bailar y probé con la música. Cuando fui a elegir mi instrumento, el curso ya había empezado y no sabía si iba a quedar alguna plaza para algún instrumento. Yo no tenía idea del instrumento que quería tocar. Cuando llegué a la oficina con mi madre me encontré la sorpresa de que solo quedaban plazas para trompa y trombón. Lupi nos informó de que podía empezar solfeo y al año siguiente elegir un instrumento, pero me recomendó que eligiera la trompa y que si no me gustaba, al siguiente año podía cambiar. Yo en ese momento no sabía lo que era una trompa, lo reconozco. Así que cuando llegue a mi casa lo primero que hizo mi madre fue enseñarme fotografías de este instrumento y jamás me lo imaginé así, la verdad.
Así comenzaron mis andaduras con la música, casi por casualidad. Sinceramente doy las gracias de que quedaran solo esos instrumentos porque no me veo con otro instrumento que no sea la trompa. Se podría decir que fue el destino el que decidió por mí.
Hago aquí un pequeño inciso para dar publicidad a este instrumento que es uno de los menos solicitados y conocidos, cosa que no entiendo porque para mí es uno de los instrumentos más bellos, interesantes y maravillosos que existen. Así que desde aquí animo a todo el mundo a que conozca y dé a conocer este instrumento. Dicho esto, vuelvo al artículo.
Los años pasaron con sus momentos buenos y con sus momentos duros ya que el camino de un músico es en ocasiones muy duro debido a que hay sacrificar mucho tiempo de tu vida. Pero la música te da muchas más cosas buenas que malas, ya que a la larga estas últimas casi que no existen. Por fin un día, mi profesor Juan, me comunicó que se me daba la opción de entrar en la banda. Había que realizar una pequeña prueba y la hice la primera de todos. Recuerdo aquel “examen” como un examen largo y al fin, cuando acabé de tocar, nuestro director Ángel me comunicó que tenía el nivel necesario para entrar en la banda, pero me dijo que tenía que responder a la siguiente pregunta: “¿Por qué quieres entrar en la banda?” Aunque al rato argumenté bien mi respuesta, mi primera reacción fue quedarme en blanco pero es que ¡¿CÓMO NO IBA A QUERER ENTRAR EN LA BANDA?! A día de hoy, si pudiera volver a contestar a esa pregunta sinceramente tampoco sabría por dónde empezar. Y es que son muchos los buenos momentos vividos en conciertos, pasacalles, comidas e incluso en los numerosos ensayos que realizamos (que aunque son muchos, he de reconocer que nos lo pasamos bien).
Uno de estos buenos momentos se vive claramente en la recogida de la banda. Mi recogida fue el 14 de noviembre de 2009. El día lo viví con bastantes nervios, pero en el momento que llega la banda tocando y se gira ante ti sabes que todo ha merecido la pena. Me acuerdo perfectamente de la obra que tocaban cuando vinieron a recogerme, fue “SUMY” del maestro D. José Ortuño. No podían recogerme con otra obra ya que vivo en la Calle “Músico José Ortuño” y además ese año se celebraba el centenario de su nacimiento. Cuando pasamos cerca de mi calle en algún pasacalle siempre paramos un poquito en su honor y siempre me acuerdo de mi recogida en ese momento.
En fin, podría pasarme días hablando de lo que la música ha aportado a mi vida pero como no es posible me toca ir parando de escribir. Lo último que quiero decir es que con la música y sobre todo con esta banda he conocido a personas maravillosas, y es que la banda es como una segunda familia en la que la música es nuestra madre. Espero poder pasar muchos más años compartiendo música con mi banda.
Esther Martínez Palao