Hoy voy a comentar unas de mis óperas favoritas, y que estoy seguro que encantará a todo el que no la conozca, como me ocurrió a mí la primera vez que la escuché. Hay en ella todo lo que se puede pedir al género: un relato ágil, una acción trepidante que no deja huecos sin resolver, un drama que se entremezcla con el humor con total naturalidad y sobre todo un libreto que queda convertido en una obra maestra gracias a la maravillosa música de Mozart.
Don Juan es un sujeto que solo vive para su propio placer, para el presente más inmediato, que desafía todas las normas morales afianzadas por siglos de cristianismo. Es un cínico astuto, casi demoniaco pero a la vez revestido de una aureola de nobleza, refinamiento y encanto. El personaje de Don Juan es una de las mayores aportaciones de nuestra literatura a la cultura universal. Tirso de Molina fue su creador hacia 1630 y muy pronto su fama se extendió por toda Europa. Proliferaron las versiones teatrales y operísticas. Molière en Francia y posteriormente Lord Byron en Inglaterra, por citar solo dos casos de renombre, figuran entre los más de cincuenta autores que trataron la historia de este personaje. En España tuvo un extraordinario éxito el Don Juan Tenorio de Zorrilla, que presenta una significativa diferencia frente a todos los demás: este es un Don Juan que se enamora de verdad, sus palabras de amor a Inés, por primera vez, no son fingidas, el gran conquistador es por fin conquistado y ese amor precisamente lo redime y lo salva.
Pero sin duda ha sido el Don Giovanni de Mozart la obra que más ha contribuido a su fama. Para esta composición, reconocida como una de las mejores óperas de todos los tiempos, Mozart contó con un libretista excepcional, con quien ya había colaborado en Las bodas de Fígaro, Lorenzo da Ponte. Este personaje merece por sí solo una atención más detenida, que no podemos dedicarle aquí. Baste con decir que fue sacerdote en Venecia, procesado por escándalo por público concubinato, poeta, libretista, empresario, que vivió el esplendor de la corte de Viena, protegido por José II, después en Praga, en Londres, y finalmente en Nueva York, donde fundó una compañía teatral para difundir la ópera italiana. Efectivamente, una vida novelesca, que él mismo publicó en su autobiografía de 1830 y ahora editada en España por la editorial Siruela.
De la novelesca vida de Da Ponte nos interesa particularmente su estancia en Praga en 1786, porque fue precisamente allí donde compuso el libreto de Don Giovanni, al tiempo que Mozart componía la música. Se cuenta que habitaban ambos en dos edificios separados por una estrecha calle y –dice la leyenda- que ambos se lanzaban papeles de ventana a ventana para intercambiar sus ideas.
Otra cuestión muy sugestiva y que ha dado lugar a ciertas especulaciones es el hecho de que Giacomo Casanova, el famoso conquistador del siglo XVIII, fuera amigo de da Ponte y coincidiera con este y con Mozart en Praga durante la composición de la ópera. ¿Pudo Casanova, como buen conocedor de la materia, haber aportado alguna idea en la redacción del libreto? No es imposible, y de ser cierto en esta ocasión la vida y la ficción artística se habrían cruzado en un punto, pues el más grande conquistador de todos los tiempos habría dejado su huella en la mejor ópera sobre el más grande conquistador de la literatura.
Como curiosidad aquí vemos un fragmento de la partitura original. Un error, una rectificación suponía un serio contratiempo, que ahora los músicos actuales solucionan con un clic.
Don Juan juega con sus armas: su atractivo físico, su encanto personal, su capacidad de seducción, el astuto dominio del lenguaje, y principalmente, su posición social, su dinero. Sí, es un egoísta y un mentiroso despiadado, pero se las ingenia para ser siempre el protagonista, el centro del mundo allí por donde pasa.
Podríamos seleccionar cualquier momento de la obra, pero este puede servir para ilustrar de qué modo un libreto ingenioso y sugestivo puede ser convertido en una obra de arte gracias al genio de un músico.
He escogido este fragmento como una breve muestra de esta maravillosa ópera. Es la famosa aria de Leporello, la del catálogo que él mismo ha escrito detallando las tropelías de su amo. Siempre me ha sorprendido la capacidad de Mozart para sugerir diversos matices. Por ejemplo, cuando habla Leporello de los diferentes tipos de mujeres y dice “e la grande maestosa”, la música se infla en un “tutti” orquestal como un globo a punto de explotar, mientras que cuando habla de “la piccina”, son unos pocos violines los que acompañan a esta palabra con unas notas muy breves y agudas. Esta palabra “piccina” es repetida insistentemente por Leporello, para que no nos quepa duda de cuáles son sus preferencias. Esta envidia del criado hacia su señor es uno de los temas recurrentes de la obra. Leporello critica la desvergüenza de don Giovanni, peo en el fondo quisiera ser como él, lo que es evidente al final del aria que comentamos, cuando le dice a doña Elvira “Voi sapete quel que fa”, esto es, “Vos sabéis lo que él hace”, palabras que Leporello repite como saboreándolas, con tanta delectación que resulta claro que él quisiera llevar la vida de su señor.
En definitiva, una obra total, con humor, ironía, pasión, drama, y -sobre todo- con una deliciosa música que siempre la escucho me conmueve tanto como la primera vez.
Francisco Martí Hernández.