La música que entra por los ojos

Un estudio demuestra que evaluamos mejor una interpretación cuando la vemos que cuando la oímos.

Obviamente, la audición es casi imprescindible para poder tocar un instrumento, así como la coordinación de las manos, pero ¿qué pasa con la visión? Para tocar un instrumento musical, es esencial una coordinación entre la parte visual, auditiva y motora. Sin embargo, poco se habla de la parte visual y, es por ello, que hay muchos niños que por mucho talento musical que aparentan tener, no han podido aprender música por no tener unas capacidades visuales adecuadas ya que son incapaces de seguir una partitura.

El problema de la mayoría de la población es que cuando se habla de visión se limitan al ‘veo borroso o nítido’. La visión es algo mucho más complejo que va más allá de eso y está compuesta de muchas habilidades.

Recordemos que la lectura de las notas musicales es simbólica y gráfica. Por eso, a la hora de leer una partitura, lo primero que hacen nuestros ojos es descifrar las notas musicales y saber exactamente donde están colocadas, si un espacio arriba o abajo del pentagrama. Para ello, prestamos especial atención visual, fundamental para poder tocar durante todo el tiempo que conlleva una pieza musical. Además de necesitar, también, mucha precisión y un enfoque constante en visión próxima.

Por otra parte, es imprescindible que en una banda u orquesta se dirija la mirada hacia el director constantemente y sin perder la concentración, al igual que se hace con los compañeros de tu alrededor. Esto también lo hace la visión: hay que usar la llamada visión central y periférica simultáneamente. Es aquí donde es fundamental el cambio de enfoque (de visión cercana a visión lejana, o viceversa), la denominada capacidad acomodativa que tienen nuestros ojos de poder ver a distintas distancias.

Es muy importante la visualización y la memoria visual a la hora de tocar en grupo para no perder el ritmo, haciendo especial hincapié a la anticipación visual, ya que los ojos del músico tienen que ir por delante de lo que se está tocando para poder llegar a todas las notas musicales y dar globalidad a lo que se está interpretando.

Para poder entender las diferencias entre instrumentos a nivel visual, voy a mencionar algunos ejemplos: en el caso de un pianista, cuya función es leer dos partituras, una para cada mano, los movimientos oculares que debe hacer son sacádicos (movimientos rápidos e intermitentes), diferentes a los de la lectura habitual, denominados movimientos de seguimiento. Por ello, tienen que estar muy bien desarrollados los movimientos de lectura, para después poder hacer otros diferentes con bastante precisión y utilizando adecuadamente y sin esfuerzo los dos ojos a la vez.

En el caso de un violinista la cabeza está inclinada, lo que hace que los ojos tengan que converger en esa posición y solo hay que seguir un pentagrama en horizontal, donde los movimientos oculares deben ser precisos para leer, pero diferentes a los que realiza el pianista. Pero, no solo miran hacia la partitura, sino que otras muchas veces tienen que mirar al arco, otras a la mano, otras al director de orquesta y la mayoría de veces todas al unísono. O, por ejemplo, en el caso de un percusionista, ya que se trata de uno de los instrumentos más visuales, donde la visión periférica que tiene que utilizar es enorme. Tienen que tener un equilibrio entre la visión central y periférica muy importantes.

Por otro lado, quiero destacar los cambios notables que se producen en nuestras pupilas debido a factores emocionales. Se dilatan cuando nos sentimos atraídos hacia una persona y estamos concentrados y se contraen cuando estamos tristes o distraídos. Es, por ello, que la emoción que produce la música también se refleja en las pupilas aunque no seamos conscientes.

Emocionarse escuchando música es un fenómeno estético natural asociado a sentimientos positivos que alcanzan picos de intensidad cuando la melodía atraviesa pasajes favoritos o con cierta familiaridad. Estos picos desencadenan un estado cognitivo o emocional de intensa concentración que hace que conmueva a la persona y produzca reflejos físicos como escalofríos, piel de gallina, lágrimas, temblores, etc. Estas sensaciones son más comunes en momentos determinados de la pieza musical como puede ser al comienzo de la misma, cuando entra una voz o un nuevo instrumento o, incluso, cuando hay cambios dinámicos en la sonoridad o en el ritmo.

Los fragmentos que fueron juzgados como los más emotivos quedaron asociados a dilataciones de la pupila más grandes en comparación con los pasajes calmados o relajantes. Los sonidos también pueden provocar dilataciones de la pupila dependiendo de su contenido emocional.

En general, los resultados sugieren que las respuestas emocionales ante la música se reflejan en el tamaño de la pupila, influyendo tanto en el contenido emocional de la música como en la implicación personal de los oyentes respecto a ella.

«La música es la aritmética de los sonidos, como la óptica es la geometría de la luz«.

Claude Debussy (1862-1918)

LORETO ALONSO LAX

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