Comencé con 11 años (6º de Primaria) a estudiar música en el Auditorio de Beniaján, en 2007, motivado por varios compañeros que ya iban allí y, también, por el instrumento que tanto me gustaba cada vez que lo veía en la tele: el saxofón.
Me costó comenzar ya que, cuando se lo propuse a mis padres, estos se negaban por la situación económica del momento. Pero yo continuaba insistiendo, hasta que un día dije: “no vuelvo a comer hasta que no esté en música”. Hice algo parecido a una huelga de hambre y así es como conseguí entrar. No tenía ningún familiar músico, salvo una prima hermana cantante, pero yo sabía que tenía que entrar en ese mundo.
No me dieron un saxofón, puesto que entré tarde y ya no tenía opción a elegir. Por tanto, me dieron un bombardino, que no sabía ni lo que era. Al comienzo les dije si podían dibujármelo, y se rieron de lo difícil que era. Pero es cierto que me fue gustando y todo fue muy bien. Cuando ya estaba alcanzando cierto nivel, decidieron pasarme a la tuba, cambio que me hizo retroceder un tiempo hasta que la supe dominar y del que no me arrepiento, pues tocando la tuba he disfrutado numerosos momentos únicos. Son 13 años ya con ella y 5 con el saxofón. Este último lo escogí libremente como segundo instrumento, ya que siempre tenía la espina clavada de tocarlo. Y puedo decir que lo que no me enseña uno me lo enseña el otro. Son dos instrumentos distintos, pero perfectamente compatibles: lo que no me da uno, me lo da el otro.
Tuve mucha suerte de que en mis inicios musicales estuviera Ángel al frente de la Banda de Beniaján. Entramos al mismo tiempo y eso hizo que me criara con unas pautas y una concepción de la música que siempre le agradeceré. Además, fue un gran impulso para dedicarme a la música de forma profesional.
Pero, aunque me encantaba tocar, me propuse desde el principio aprender a dirigir, porque era lo que más me fascinaba. Paralelamente a esto, me dedicaba en mis ratos libres a escribir cosillas que se me venían a mi mente (mente muy inocente aún, pues tendría 13 o 14 años). Me hacía yo mismo mis plantillas musicales de instrumentos de la forma que yo pensaba que era lógico escribir, y en el piano intentaba sacar melodías y ritmos. Esos podrían ser mis inicios en el mundo de la Composición, aunque en ese momento era nada más que una afición musical. Pero como todo en la vida, dejó de ser un hobby en el momento en que mi profesora de Armonía del Conservatorio, Rosario, me incitó, hace dos años, a presentarme al Concurso de Composición de Grado Medio de Murcia y, más tarde, a escoger el perfil de Composición para 5º y 6º en el Conservatorio, donde con José Ángel Pacheco y Fernando Andreo he aprendido tanto.
Yo siempre tengo cosas en la mente que quiero escribir, pero como muchas veces digo, “será preferible que me espere a saber más sobre composición para hacerlo mejor”.
No pienso que sea yo un gran músico ni compositor; de hecho, nunca me lo he considerado. Más bien siempre tiendo a achacarme los defectos y los límites que veo en mí, pero las ganas de aprender música en todos sus aspectos, y de querer ir a más siempre, es lo que me hace sentir bien y conseguir recompensas inesperadas -como los certámenes de bandas ganados, los premios de los concursos o haber entrado en la carrera de Composición con buena nota-.
Este curso ya he comenzado dicha carrera, en la cual sé que voy a aprender gran cantidad de cosas. En una de las pruebas de acceso, el tribunal, de muchas preguntas que me hizo -y bastantes “a pillar”-, recuerdo algunas como: “¿y tú por qué, si tocas tan bien la tuba, quieres entrar en Composición?”. Por lo cual yo me quedé ‘en shock’, puesto que era un halago, pero les dije que, cuando me pongo a escribir y a componer y mi madre me está gritando porque son las 12 de la noche y no me he acordado ni de cenar porque llevo medio día escribiendo, me doy cuenta de que es lo que prefiero hacer. Aunque las pruebas de acceso al Superior fueran durísimas, además de largas esperas, no se me han quitado las ganas. Una de ellas, que duraba 4 horas, tuve que salir al baño por necesidad pasadas ya tres horas y me tuvieron que acompañar. Era eso o no seguía haciendo el examen.
Pero, como he dicho antes, siempre llevo de la mano el mundo de la Dirección, en la que me inicié hace unos años con algunas clases colectivas que impartió el maestro amigo Ángel. He ido estudiando en mi casa, pero he decidido dar un paso más y consideré que este año era el idóneo para comenzar a dirigir también de manera más profesional: voy a realizar los estudios de Dirección con el maestro José Miguel Rodilla, paisano mío, en su Academia paralelamente a la carrera.
Digamos que este es el año que siempre quise que llegara, pues al fin estoy estudiando lo que siempre quise. Por supuesto no dejaré de tocar, puesto que es mi desahogo y disfrute cada día. A día de hoy compagino la interpretación como tubista de la Agrupación Musical de Beniaján y la Asociación de Amigos de la Música de Yecla. Solo espero que las cosas sigan así de bien y vayan siempre a mejor. A mí y a la gente que me rodea.
Jesús Pereñíguez.