Se acerca, otro año más, el día 8 de marzo. Esta efeméride nos sirve para recordar, de año en año, la labor de algunas mujeres en los diferentes ámbitos de la vida. Sirve para hablar de alguna pintora, alguna compositora, alguna escritora olvidada desde hace, como mínimo, y, con un poco de suerte, 365 días. Sin embargo, es de sentido común afirmar que nada se consigue trabajando solamente una vez al año, que ningún cambio se producirá soñando tan solo una vez al año. Ahí es donde radica el peligro de estas fechas, ya que podemos correr el riesgo de conformarnos, de darnos por satisfechos al interesarnos por la mujer, por los estudios de género, por el feminismo únicamente en los principios de marzo de cada año. Pero, por otro lado, si somos conscientes de esto, también pueden convertirse, estos días del calendario, en una excusa idónea para compartir ilusiones, anhelos, vivencias, conocimientos, etc. que hemos ido acumulando en los últimos meses y, por qué no, también ganar nuevos adeptos.
Este año me he propuesto hablar sobre música, género, cine y mujeres compositoras de bandas sonoras. Es preciso recordar, en este punto, que, por un lado, el papel de compositor es uno de los ámbitos donde más claro vemos una desigualdad de género. Es decir, es usual, hoy en día, encontrar a mujeres en el papel de intérprete, sobre todo como cantantes, pero también como instrumentistas; y, aunque en este punto, podríamos hablar de claras connotaciones diferenciadoras, vamos a quedarnos ahora con que, al fin y al cabo, están presentes en esos ámbitos. Sin embargo, si hablamos de composición, así como de dirección o improvisación, la presencia es, considerablemente, más reducida. Es por esto por lo que podemos decir que, ya de inicio, nos encontramos en un lugar en el que el papel de la mujer ha sido, en muchas ocasiones, relegado a un segundo plano o, incluso, obviado por el mero hecho de provenir de una mujer (afortunadamente, esto ocurre cada vez menos). Es decir, que la música compuesta por mujeres ha quedado, en algunos momentos, fuera del repertorio habitual de lo que se conoce como música culta.
Por otro lado, también nos encontramos, al hablar de música de cine, en un lugar un tanto marginal dentro del universo de la composición musical. Esto no fue siempre así, ya que desde sus inicios, compositores de reconocido prestigio como Saint-Saëns o Theodor Adorno se interesaron por este nuevo arte. Sin embargo, en nuestros días, existe un claro aislamiento de este tipo de música, sobre todo dentro del ámbito de los conservatorios. Esto ocurre, principalmente, por dos motivos, como se puede deducir del libro de Jaume Radigales: por un lado, este tipo de música se distancia mucho del concepto de partitura tradicional (muchas veces esta no se usa como tal y, al no presentarse físicamente, no se puede estudiar, analizar, etc. desde el papel, como es costumbre en los conservatorios); y, por otro lado, es un campo tan abierto estilísticamente y con compositores tan variopintos (algunos de ellos ni siquiera son expertos en música y necesitan de la ayuda de alguna persona con más experiencia técnica en el tema de los arreglos, orquestaciones, etc.) que resulta complejo erigir una categoría musical para su estudio y/o creación. También ocurre con la música de cine que esta no es independiente; por decirlo de alguna manera, que no depende solamente de la necesidad de expresar del compositor o de sus gustos, sino que esta ha de estar estrechamente relacionada con la imagen y el argumento. Por esto último, también ha sido colocada en una categoría inferior a la de la música de concierto. Sin embargo, he convenido justo parafrasear aquí unas palabras del libro de Juanjo Sanz: partiendo de que la creatividad es la capacidad del ser humano para la resolución de problemas, debemos comprender que el arte también ha de ser siempre funcional, y que su función será, por tanto, la de resolver problemas. Estos problemas, en ocasiones, responderán a la necesidad de expresar del artista, también a la necesidad de las personas de comprender ciertas cosas como la vida o el amor o ciertos comabios políticos y sociales. Pero estos problemas también nos pueden venir desde fuera a modo de premisas, y el artista habrá de ingeniárselas para trabajar y hacer arte a partir de estas condiciones. Estas premisas pueden ser una imagen, un argumento.
Ha sido por estos dos motivos, esbozados brevemente, por lo que la música para el cine y, más concretamente, la compuesta por mujeres, ha sido siempre bastante desconocida. Es complicado encontrar información sobre este tema, sin embargo, gracias a Matilde Olarte, que escribió un artículo titulado “Música de cine compuesta por mujeres. La utopía del universo femenino”, nos podemos acercar a la música compuesta por mujeres para el medio audiovisual, y puede convertirse en un punto de partida para todo aquel que quiera seguir indagando sobre el tema, ya que aporta una gran cantidad de nombres. De este artículo, podemos destacar varios datos: primero, que será en la década de los sesenta cuando más compositoras de música de cine nacerán, llegando así a un punto culminante en la década de los sesenta; segundo, que allá por la última década del siglo XX ya encontramos a Germaine Tailleferre, fecha relativamente temprana si tenemos en cuenta que el cine nació a finales de esa década; y tercero, que también, según un gráfico que nos presenta Olarte, en la década de los setenta y ochenta se puede observar un decaimiento en el número de nacimiento de compositoras de música de cine (aunque podemos interpretar de este último dato que, probablemente, algunas de las que nacieron en estas décadas son todavía compositoras en potencia). A pesar de todo, Olarte nos habla de un total de 58 compositoras de cine, a nivel mundial, desde la última década del siglo pasado hasta la actualidad, por lo que podemos decir que, realmente, no es un número excesivamente elevado.
Como última parte de este artículo, me gustaría presentar, a aquellas personas que no las conozcan, a dos compositoras de música de cine españolas. Ellas son Elena Gancedo y Zeltia Montes. Ambas han participado en multitud de proyectos audiovisuales, aparte de tener una amplia formación musical, tanto en este ámbito como en música en general. Pueden consultar sus páginas web para ver los trabajos en los que han participado y podrán comprobar cómo su intervención en diferentes proyectos es una actividad constante. También les invito a escuchar su música, ya que no debemos perder de vista el hecho sonoro si es de música de lo que estamos hablando.
Sería, quizá, todavía más interesante hablar de cómo se relacionan los clichés de la música de cine con la figura de la mujer e, incluso, para rizar todavía más el rizo, estudiar cómo las propias mujeres compositoras tratan estos temas en sus obras musicales. Sin embargo, este sería un tema más extenso que podría presentarse, a modo de compendio de artículos, en próximas ocasiones. No obstante, para ir despertando el interés, también propongo la visualización del documental Con la pata quebrada (2013), de Diego Galán, en el cual se nos presentan fragmentos de películas españolas, ordenados cronológicamente, a través de los cuales el director pretende mostrar la evolución de la imagen de la mujer en el cine español desde la década de los años 30 hasta la actualidad.
A los que me hayan seguido hasta aquí, quiero agradecerles su atención y su lectura. También les propongo que se interesen por este tema y que no guarden la predisposición que se genera en estas fechas para cambiar las cosas en el mismo cajón donde van a parar los propósitos de año nuevo. Sin más, me despido. Espero que nos volvamos a encontrar próximamente por aquí, en este mismo lugar.
Esther Pérez Soriano