Yvonne Loriod: D’aucuns s’exclameront: la Grande! (Yvonne Loriod: Algunos exclamarán: ¡la Grande!).
Recuerdo perfectamente cuál fue mi sorpresa cuando cogí un libro sobre el compositor francés Olivier Messiaen –al decidir empezar un trabajo sobre su obra para piano- y uno de los capítulos más importantes empezaba por esta frase.
Yvonne Loriod fue una pianista francesa coetánea a Messiaen de la que simplemente sabía que fue esposa de éste y que grabó magistralmente toda su integral para piano.
Empecé a preguntarme si ella había sido solo una buena pianista más y, por supuesto, la mujer de uno de los más grandes compositores recientes. ¿Podría haber sido una figura esencial en la música francesa para piano del siglo XX? Probablemente, pensé. Entonces empecé a buscar información sobre ella y mi conclusión ya fue irrefutable. De nuevo la Historia de la Música está siendo injusta con una gran mujer.
Aunque es evidente que la Historia siempre la han escrito LOS poderosos, y el silenciamiento de las grandes artistas de todos los tiempos ha sido una constante hasta hace bien poco, el caso de Yvonne Loriod no es sencillo. Más allá de esto, lo cierto es que quizá hubiera sido distinto si en lugar de ser principalmente intérprete, fuera compositora. La Historia de la Música Clásica tal y como la entendemos hoy en día es la Historia de la Composición Musical. Y aquí no se tiene en cuenta que la interpretación es un factor clave en la creación musical –a la hora de estrenarla y darla a conocer-, que la creatividad no tiene por qué estar desligada de la interpretación y que ésta siempre ha influido en el devenir de la música.
Por lo tanto, Yvonne Loriod es un magnífico ejemplo para terminar con estos clichés y estas lacras que son del todo injustas para personajes como ella. Una mujer que, además, debido a su maravilloso carácter en el que primaba una humildad sin límites, hablaba bien poco de sí misma, lo cual hace todavía más difícil indagar sobre ella.
Loriod nació en 1924 y con tan solo 14 años su repertorio ya incluía el Clave bien temperado de Bach, los conciertos para piano de Mozart, todas las sonatas de Beethoven, entre otras grandes obras del repertorio estándar para piano. Después entró en el Conservatorio de París para estudiar piano y composición. Ella lo explicaba con su natural humildad y con una sencillez encantadora como una especie de regalo divino: De joven tenía un don, que Dios me dio, que era aprender muy deprisa.
En mayo de 1941, cuando Messiaen fue liberado de un campo de trabajo nazi en Silesia y pudo volver a ser profesor en el Conservatorio de París, Yvonne Loriod recordaba su primer encuentro: Todos los estudiantes esperábamos con expectación que llegara este nuevo profesor y finalmente apareció con una caja llena de partituras y los dedos hinchados con muy mala pinta, resultado de su estancia en la prisión del campo de trabajo. Él fue al piano y tocó la partitura completa del Preludio a la Siesta de un Fauno de Debussy y empezó a tocar todas las partes. La clase entera se quedó cautivada y sorprendida e inmediatamente todos nos enamoramos de él. Lo que se puede corroborar es que allí empezó una relación personal y profesional muy estrecha. Ambos tenían bastante en común: su fe católica, sus gustos artísticos y estéticos y una gran inteligencia de la que nacerían grandes obras de arte.
Loriod ganó siete primeros premios en el Conservatorio y compuso una serie de obras que ella no sacó a la luz por su propia modestia, pero sus alumnos dieron testimonio de algunas de ellas. Aunque son obras desconocidas para la mayoría de los músicos –no hay ni una sola grabación en internet-, la influencia de profesores como Milhaud o Messiaen en su obra es evidente, con instrumentaciones inusuales e inspiración en músicas “exóticas” –tan a la moda en la Francia de la primera mitad de siglo- de India, África o Sudamérica. Entre ellas destacan Trois Mélopées Africaines, Petits poèmes mystiques o Grains de cendre.
En 1943, con tan solo 19 años, Loriod estrenaba junto a Messiaen su obra Visions de l’Amen para dos pianos. La parte para el primer piano –elaborada, virtuosa y brillantemente colorida- fue escrita específicamente para adaptarse a la deslumbrante técnica de ella, mientras la segunda, dominada por amplios acordes y melodías expresivas, fue escrita para que la tocase el mismo Messiaen. Fue uno de los conciertos más significantes durante la Ocupación Alemana en París.
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Antes de que ambos se conocieran, la música para piano de Messiaen reflejaba la técnica organística que él tenía al haberse dedicado principalmente a este instrumento. Según el criterio del pianista Pierre-Laurent Aimard, era menos virtuosa, menos cambiante y tenía menos variedad. Repentinamente él integró toda la brillante habilidad pianística de la joven prodigio. Desde que trabajó junto a ella, la producción para piano de Messiaen creció considerablemente tanto en cantidad como en madurez.
En 1944 Messiaen compuso su gran obra Veinte miradas sobre el niño Jesús, una colección de piezas de dos horas aproximadamente, de gran belleza y complejidad. De ellas dijo: Contiene algunas características pianísticas y efectos especiales –una pequeña revolución en la escritura para piano- que podría no haber sido realizada nunca si no hubiera escuchado los últimos conciertos de Yvonnne Loriod. La versión que todos conocemos está dedicada a ella y curiosamente otra versión no publicada de esta obra decía como subtítulo a modo de agradecimiento: A Yvonne Loriod, en la que la técnica iguala el genio, y que ha comprendido mi misión. Como siempre, un Messiaen con un lenguaje poético y certero, con esa “misión” trascendente tan vinculada a su fe católica y su espiritualidad.
https://www.youtube.com/watch?v=L-1iJUb4-hw
Podría permitirme a mí mismo las mayores excentricidades porque para ella cualquier cosa es posible. Sabía que podía inventar cosas muy difíciles, extraordinarias y nuevas: serían tocadas, y serían bien tocadas. Messiaen tenía muy clara la importancia de la labor profesional y del genio de su mujer.
Entre 1956 y 1958 compuso el colosal Catalogue d’oiseaux dedicado de nuevo a Loriod. La primera interpretación del Catalogue completo fue en 1959. Ese mismo año murió la primera mujer de Messiaen, Claire Delbos, que sufría una enfermedad mental. Casi todos los fines de semana Loriod acompañaba a Messiaen a visitar a su mujer al sanatorio. A pesar de que se amaban antes, debido a la fe católica de ambos, la negación al divorcio y el respeto al estado en que se encontraba su primera mujer, no se casaron hasta dos años después de su muerte, en 1961.
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Esos años fueron para Yvonne Loriod muy fructíferos en su carrera como intérprete. Estrenó grandes obras de compositores contemporáneos como Pièrre Boulez –que fue compañero suyo en sus estudios de composición con Messiaen en París, y fueron grandes amigos-, Jolivet, Heinegger, Barraqué, Charles Chaynes, etcétera.
De la inmensa actividad concertística que llevó a cabo Loriod, fueron muchas las proezas de las que han quedado constancia. Entre ellas, por ejemplo, preparó el Concierto para piano nº 2 de Bartok en solo 8 días para tocarlo con la Orquesta Nacional de París, con 21 años. Su dominio del repertorio clásico era inmenso aunque la mayor parte de su reputación la ganó interpretando música contemporánea. Su debut en América fue en 1949 tocando la Sinfonía Turangalîla de Messiaen bajo la dirección de Leonard Bernstein. También destaca entre su amplio repertorio la suite Iberia de Albéniz que grabó en 1955.
En el otoño de 1964 afrontó tocar los 22 Conciertos para piano de Mozart en una serie de conciertos con grandes directores de orquesta como Bruno Maderna, Pierre Boulez y Louis Martin. En este caso fue realmente especial la influencia mutua que hubo entre la forma de tocar de Yvonne Loriod y el análisis de Messiaen, que idolatraba a Mozart como el mayor genio de la Historia de la música. Durante las clases de análisis en las que Messiaen trabajaba estos concerti -con brillantes alumnos como Stockhausen, entre otros- Yvonne Loriod iba a las clases para interpretarlos con Messiaen al segundo piano tocando la reducción orquestal. Tanto en los análisis de él como en la interpretación de ella, destacan la importancia de la acentuación en Mozart, la admiración por sus exquisitas y poéticas líneas melódicas, la expresión teatral al estilo de sus óperas y su incesante carga emotiva llena de contrastes.
Yvonne fue profesora de piano en Karlsruhe, Darmstadt y en el Conservatorio de París desde 1967 hasta 1989. De su vocacional labor pedagógica salieron grandes pianistas como Pierre-Laurent Aimard, Roger Muraro, Michel Béroff o Paul Crossley. También impartió masterclasses por todo el mundo y formó parte del jurado de prestigiosos concursos.
Por el testimonio que dan sus alumnos, tuvo que ser una profesora muy especial. Con un carácter bondadoso, generosidad y humildad en su trabajo, tampoco le faltaban toques de humor sarcástico y ácido con respecto a la falta de interés en la música contemporánea por parte de algunos profesionales. Alternaba momentos de alegría desbordante con serios análisis, profundos y detallados, sobre la música que trabajaban sus alumnos. Al ver trabajar día a día a Messiaen, conocía perfectamente el complejo proceso compositivo por el que podía pasar un compositor. Le gustaba que el carácter innato de cada alumno y sus raíces quedasen reflejados en su forma de tocar.
Uno de sus alumnos, el pianista Roger Muraro, recordaba de ella frases como:
La música debe ser transmitida con seguridad y rigor, precisión y objetividad… La música es por su esencia, impulsa a expresar a quien sea un sentimiento, una actitud, un estado psicológico, un fenómeno de la naturaleza… la expresión nunca ha sido la propiedad inmanente de la música. La razón de ser de ella misma nunca ha estado condicionada por ello.
La calidad de la ejecución depende también del conocimiento teórico de las obras. Analizar, analizar siempre y allí será este, uno de vuestros mejores medios para progresar todavía más.
Otro de sus alumnos, Matthew Schellhorn, afirmaba:
La vida y la carrera de Yvonne Loriod testifican de hecho que toda la nueva música necesita defensores apasionados, y que todos los intérpretes tienen un rol para jugar en el proceso creativo.
La muerte de Messiaen en 1992 llevó a Loriod al deseo de que la obra de su marido fuera revisada para que pasase a la posteridad con la mayor fidelidad posible. Realizó la ordenación y edición de su inmenso Tratado del Ritmo, del Color y de Ornitología, todo un “testimonio” de 4000 páginas que el compositor realizó durante 40 años. Revisó y corrigió ediciones de sus obras, hizo nuevas grabaciones y terminó de orquestar junto a George Benjamin el Concert à quattre de Messiaen. Tras la muerte de Messiaen realizó numerosas entrevistas hablando exclusivamente de él como un grandísimo compositor y músico y como su marido, hecho que pudo haber sido otro factor que influyó en que el papel y la imagen de Yvonne Loriod pueda parecer a día de hoy totalmente secundario. Nada más alejado de la realidad.
Entre los maravillosos documentos audiovisuales que se pueden encontrar en YouTube hoy en día, figura un vídeo muy especial de Yvonne Loriod. En él, el pianista Roger Muraro habla sobre Yvonne, y ella toca para Messiaen un fragmento de sus Vingt Regards sur l’Enfant Jésus.
https://www.youtube.com/watch?v=OTSus6L2wtM
Una pianista única, sublime y brillante, cuya existencia transformaba no solo la forma de escribir para piano del compositor, sino también su estilo, su visión del mundo y sus formas de pensar. Olivier Messiaen.
Carolina Santiago Martínez.