200 AÑOS DE MÚSICA A TRAVÉS DEL HILO DE ARIADNA

Silvia Olivero Anarte.

La música une a las personas y genera un hilo conductor que, en esta ocasión, con unos doscientos años de diferencia entre el nacimiento de Telemann y el de Alban Berg, trazan una ruta por la historia de la música a través de 26 músicos, en un ámbito europeo, alrededor del marco alemán. El propósito de este viaje no es profundizar en las características musicales de nuestros protagonistas, sino vislumbrar el aspecto humano, inherente al musical que conecta unos con otros. Así mismo, nos permite disipar los conceptos estancos que separan las tradicionales épocas musicales, dando la sensación de dirigirnos indistintamente al futuro o al pasado, y desdeñan que la vida en sí es un proceso continuo en la que cada paso conduce al siguiente y está directamente relacionado con el anterior, como una red.

Georg Philipp Telemann deja un paso atrás la prioridad del contrapunto barroco, aspirando a ambientar sentimentalmente las obras. En sus obras “es muy frecuente el empleo de acotaciones expresivas como affetuoso, soave, dolce, incluso con contento, mientras que en la dinámica se manifiestan los motivos del nuevo goût que tiende a utilizar no solo los affeti, sino también los effeti: Telemann se adelanta a los clásicos en el uso de términos como allegretto, spirituoso ma non presto, moderato, vivacissimo”.[1]

Dada la amistad adquirida con Johann Sebastian Bach en Eisenach, Telemann fue el padrino de Carl Philipp Emmanuel Bach, segundo hijo del matrimonio con María Bárbara, su primera esposa.  Curiosamente, en 1701 Bach sucedió a Telemann en la escuela de Santo Tomás, en Leipzig y, años más tarde, tras el fallecimiento de su padrino, en 1768, C.Ph. Emmanuel Bach fue nombrado su sucesor como maestro de capilla en Hamburgo. De ahí que sea denominado El Bach de Hamburgo.

Dada la profunda amistad entre J.S. Bach y Telemann, este publicó el Soneto al difunto señor Capellmeister Bach en Curiosa Saxonica, Dresde, 1751[2]:      

Dejad a Italia hablar del virtuoso

que allí tañendo alcanza la fama,

en tierra alemana florecen por igual,

donde el aplauso merecen tanto.

¡Desaparecido Bach! Ya sólo tu tañer al órgano,

te trajo ha largo tiempo el elogio del Grande,

lo que tu pluma llevó al pentagrama

es visto con envidia por los maestros.

¡Descansa! Tu nombre no perece,

tus alumnos y las filas de los de ellos

son, a través de su saber, tu corona de laurel.

También tus hijos trenzan ella,

pero lo que en verdad señala tu valor,

nos lo enseña Berlín en hijo tuyo.

Johann Christian Bach fue el undécimo hijo del matrimonio de Johann Sebastian con su segunda esposa, Anna Magdalena. Era 21 años menor que su hermano Carl Philipp, y tras la muerte de “papá Bach”, recibió la formación musical a través de su hermano mayor en Berlín. El descubrimiento del estilo italiano instó a Johann Christian a establecerse en Milán, donde se convirtió al catolicismo. En 1762 se trasladó a Londres, donde tuvo una relación con el niño Mozart que continuaría en el tiempo, transmitiéndole el estilo galante, que tanta influencia tuviera en el pequeño compositor. En 1778, tras reencontrarse Mozart con el Bach londinense, catorce años más tarde, le escribió a su padre -27 de agosto-: “El señor Bach, de Londres, está aquí hace quince días. Fácilmente podréis imaginaros su alegría y la mía al volvernos a ver… Le quiero (como sabéis de sobra) con todo mi corazón y siento gran estima por él; y es cierto que me elogia tanto ante otras personas como delante de mí, y no con exageración, como algunos, sino seria, sinceramente….”[3]

Pietro Metastasio se instaló en 1730 en la Michaelerhaus, propiedad vienesa de la familia de Marianna von Martinez, hogar al que se incorporó en 1750 el joven Joseph Haydn, cuando por el cambio de voz tuvo que abandonar el coro de la Catedral de San Esteban. Ambos admiraron el talento de la joven Mariana, por lo que Metastasio la apadrinó y Haydn le impartió clases de teclado y composición. A lo largo de los años, en los salones de la residencia de Mariana se realizaron con asiduidad fiestas musicales a la que acudía la élite cultural vienesa y en la que “Mozart asistió con frecuencia a sus fiestas y le gustaba mucho tocar dúos de piano con ella”.[4] En las veladas musicales era fácil la coincidencia de grandes músicos. Kelly dejó constancia de los miembros de un cuarteto en una de ellas: “Primer violín: HAYDN, Segundo violín: BARÓN DITERSDOFF, Violonchelo: VANHALL, Tenor (Viola): MOZART”[5].

Los libretos de Pietro Metastasio fueron musicados por grandes compositores, por mencionar algunos ejemplos, Vivaldi: L´ Olimpiade, J.Ch. Bach: Catone in Utica, Haendl: Ezio, Gluck: Artajerjes, Mariana von Martinez: Cantatas, Haydn: La isla deshabitada, Salieri: Semiramide y Mozart: Il re pastore.

La relación de Mozart y Salieri no fue de hostilidad, sí existía cierta rivalidad laboral, pero sin llegar a la enemistad. Es más, existe una cantata K477a “Per la ricuperata salute di Ofelia”, con texto de Da Ponte, que fue compuesta en 1785 por tres músicos, Salieri, Mozart y Cornetti. La obra fue un regalo de los tres amigos para la soprano inglesa Nancy Storace, ofrenda con el deseo de una pronta recuperación de su salud. Antonio Salieri tuvo relación con grandes músicos de su tiempo: en Venecia conoció a Metastasio y a Haydn y, por otro lado, desarrolló la actividad pedagógica a lo largo de su larga vida, como complemento económico a su labor compositiva, siendo maestro de Beethoven, de Schubert y Liszt.

Continuamos en Viena, 1787, un joven Beethoven de 17 años tocó ante el gran Mozart, y este, al finalizar manifestó a unos amigos que estaban en la sala contigua “No le perdáis de vista, algún día dará que hablar al mundo”.[6]

En 1792 el archiduque Maximilian, Elector de Colonia, envió a Beethoven a Viena para estudiar composición con Haydn. Ludwig estaba descontento con su maestro, que estaba más centrado en componer sus obras maestras que en trabajar con su testarudo alumno. Sin duda alguna, Haydn estaba desconcertado ante su temperamental alumno: “A mi juicio siempre hay en sus obras algo, no diré que estrafalario, aunque sí inesperado y desacostumbrado. Desde luego, están llenas de cosas bellas incluso admirables, pero aquí y allí surgen otras extrañas y confusas, porque usted mismo siempre es reflejo del hombre…”[7]

En 1800 Krumpholz llevó al pequeño Carl Czerny de 10 años a casa de Beethoven en la calle dertiefe Graben, en Viena. Este los recibió, en palabras del propio Czerny: con “un chaqué de una tela gris oscuro de pelo largo con pantalones a juego que me recordó ipso facto el dibujo de Robinson Crusoe de Campe que estaba leyendo en aquel momento”[8] Tras tocar para él, Beethoven contestó: “El chico tiene talento, le enseñaré yo mismo; le cogeré como alumno. Mandádmelo varias veces por semana. Pero, antes de nada, conseguidle una copia del libro de Enmanuel Bach sobre el verdadero arte de tocar el piano, ya que debe traerlo consigo la próxima vez que venga”.[9]

Franz Liszt, con lágrimas en los ojos, contaba la experiencia vivida a los 11 años cuando su profesor, Carl Czerny, lo llevó a conocer a Beethoven en 1823. Liszt interpretó una obra de Ries, una fuga de Bach que, a petición de Beethoven transportó a otra tonalidad y finalmente interpretó el primer movimiento del concierto de piano en DoM de Beethoven. Al acabar, este le cogió ambas manos, le besó la frente y le dijo: “¡Podéis iros! ¡Sois uno de los afortunados! ¡Le daréis alegría y felicidad a mucha otra gente! ¡No hay nada mejor ni más excelso!”.[10]

Riezler nos cuenta que en el entierro de Beethoven, en 1827: “Entre los portadores de antorchas que acompañaban los restos mortales, figuraba también Franz Schubert. Una banda de metales ejecutó los dos iguales para trombones (WoO 30). Alrededor se hallaban los amigos íntimos: Schindler, Holz, Schuppanzigh, Czerny, Bernard…”.[11]

Robert Schumann escribió en 1840 un elogio hacia la Sinfonía en Do de Schubert: “Esta sinfonía nos ha impresionado como ninguna otra, después de las de Beethoven. Artistas y amigos del arte se han reunido en su honor: y he oído pronunciar al maestro, que la ha dirigido con tanto esmero y que nos ha dado una ejecución tan magnífica, algunas palabras como las que yo habría querido referir a Schubert, como un alto mensaje de gloria para él”. [12]

En el nº 3 de la Leipzigerstrasse la familia Mendelssohn mantenía una intensa actividad musical. Los hermanos Félix y Fanny emprendieron conjuntamente un ambicioso proyecto: la interpretación en 1829 de La Pasión según san Mateo de J.S. Bach[13], hito que hizo renacer la música del maestro tras su largo letargo. Félix Mendelssohn creía que Clara Schumann era la mejor intérprete de su Capriccio, mencionaba que lo tocaba “como una diablilla[14]. Su valoración como músico iba más allá del aspecto interpretativo, confiando en su faceta compositiva, dirigiendo en 1835, en la Gewandhaus de Leipzig el estreno del Concierto para piano compuesto por Clara.

Joachim fue un gran violinista, protegido en 1843 de Félix Mendelssohn, que recuperó el repertorio de violín de J.S. Bach y, a pesar del acercamiento inicial al círculo musical de Liszt, se encontraba en la línea de pensamiento de sus amigos Robert Schumann, Clara Schumann y Johannes Brahms.

Tras la dura enfermedad de Robert Schumann, Clara Schumann escribió en 1856 a Joseph Joachim: “Estoy aquí con Johannes desde ayer… Lo vi ayer, y permítame que no diga nada de mi aflicción, pero recibí algunas miradas de ternura y las llevaré conmigo durante toda la vida” A esto Brahms le añade a Joachim: “La señora Schumann te escribe esto por si acaso quisieras verle, quizá, por última vez. Yo quisiera añadir, sin embargo, que tal vez deberías pensártelo. Es algo en extremo conmovedor y doloroso. Schumann está muy demacrado, nada de hablar o de tener conciencia. Sin embargo, sí que reconoció a su esposa, la abrazó y esbozó una sonrisa. Desde hace unos seis u ocho días no toma nada, salvo un poco de gelatina de frutas. No sé qué otra cosa escribir, no puedo”.[15]

A pesar de la insistencia histórica de una agresiva confrontación entre Wagner y Brahms, dado sus opuestos enfoques en los preceptos compositivos, ambos se respetaban mutuamente. En correspondencia de 1875, Richard Wagner le envió a Brahms un ejemplar de su partitura El oro del Rin. Brahms le respondió: “Después de esto, nosotros tenemos el verdadero disfrute, en parte inspirador, en parte curioso -como, por ejemplo, los romanos al desenterrar una estatua gigantesca-: el de ver su obra elevándose por partes y cobrando vida. En su ingrato oficio, la visión de nuestra perplejidad y nuestra negación, sólo ayudan la sensación segura en el pecho y el respeto cada vez mayor que genera su magnífica obra. Le reitero mi enorme gratitud y quedo de usted, en la más alta estima”.[16]

Mendelssohn y Liszt asistieron al debut parisino de Chopin en 1932. Pronto Liszt y Chopin se harían amigos. Ambos representan los opuestos: el primero, extrovertido y perteneciente a la nueva escuela alemana -junto a Brendel y Berlioz-y el segundo introvertido, con una adoración a la obra de Mozart y J.S. Bach. A pesar de la rivalidad pianística sentían mutua admiración. Liszt describió de este modo a Chopin: “El conjunto de su persona era armonioso… su mirada azul era más espiritual que soñadora; su sonrisa dulce y delicada nunca se tornaba amarga. La finura y transparencia de su tez seducían la mirada, su pelo rubio era sedoso, su aspecto distinguido y sus maneras tan aristocráticas que involuntariamente se le trataba como a un príncipe”.[17]

Franz Liszt dedicó parte de su vida a ayudar a sus amigos, como en el caso de Richard Wagner, con quien contrajo una profunda amistad y respeto musical. Este tuvo una relación extramatrimonial con su hija, Cosima Liszt, con quien casaría en segundas nupcias. Cósima había estado casada con Hans von Bülow, alumno predilecto de su padre y director de orquesta que había difundido la obra de Wagner y Brahms. En una carta de 1850 escribió Liszt a Wagner: “Todo lo que me sea posible hacer, bien en interés de tu reputación y de tu gloria, puedes estar completamente seguro de ello”.[18] Liszt, en su afán por defender la comprensión de la obra de su amigo, realizó en 1851 un análisis brillante de la ópera Lohengrin de Wagner, describiendo con acierto su método compositivo.[19]

Richard Strauss fue director asistente de Hans von Bülow en la Orquesta de la Corte de Meiningen, heredando la composición del poema sinfónico de la nueva escuela alemana. En 1905 realizó la edición del Tratado de instrumentación de Berlioz, al que le añadió las últimas innovaciones de la orquesta Wagneriana y post-Wagneriana.[20] Strauss conoció a Gustav Mahler en 1887 y desde entonces compartieron amistad, ambos directores de orquesta y compositores de fama mundial. Fue una amistad con reciprocidad musical, Mahler defendió la ópera Salomé cuando esta se enfrentó a la censura y Strauss, agradecido, programaba las obras de Mahler. Ambos reconocieron el talento de Schönberg, al que Gustav Mahler adoptó como protegido, incluso cuando su lenguaje fue incomprensible para él.

Arnold Schönberg llevó su lenguaje hacia la atonalidad, con el sistema dodecafónico, fundando la Segunda Escuela de Viena con Anton Webern y Alban Berg, distinguiendo el nombre de la llamada primera escuela vienesa conformada por Mozart, Haydn, Beethoven, e incluso Schubert. Según Schönberg: “La armonía de Richard Wagner hubo de promover un cambio de lógica y en la facultad constructiva de la armonía. Una de sus consecuencias fue el llamado empleo impresionista de armonías, practicado especialmente por Debussy. Sus armonías, sin ninguna significación constructiva, eran utilizadas frecuentemente con fines coloristas para expresar estados o paisajes. Paisajes y estados que, aun siendo extramusicales, se convertían en elementos constructivos al incorporarlos a la función emocional. De esta manera, si no en la teoría, la tonalidad fue ya destronada en la práctica. Esto sólo quizá no hubiese causado un cambio radical en la técnica de la composición. Sin embargo, fue preciso tal cambio al sumársele el desarrollo que terminó con lo que yo llamo la emancipación de la disonancia”.[21]

Doscientos años separan la visión de cambio que expresara Telemann, de la necesidad de revolución de lenguaje que desarrolla Schönberg, mas, al repasar atentamente la evolución del pensamiento durante este tiempo se aprecia cómo el proceso ha sido constante y orgánico. La influencia entre los músicos, ya sea por afinidad o por rechazo, ha propiciado el progreso de los diferentes parámetros musicales, filosóficos y humanos, adaptados al contexto de cada compositor. La historia de la música y los músicos, como la vida, es un camino en el que los encuentros y desencuentros crean tramas que nos pueden hacer avanzar o regresar al pasado sin perdernos, como el hilo de Ariadna.


BIBLIOGRAFÍA

Basso, Alberto (1986). Historia de la música, 6. La época de Bach y Haendel. Madrid, Turner Música

Beer, Anna (2019). Armonía y suaves cantos. Barcelona, Acantilado.

Cortot. Alfred (1994). Aspectos de Chopin. Madrid, Alianza Música

Di Benedetto, Renato (1987) Historia de la música, 8. El siglo XIX, Primera parte. Madrid, Turner música

Gál, Hans (2010). Cartas 1853-1897 Johannes Brahms. Barcelona, Nortesur.

Gauthier, André (1985). Beethoven. Madrid, Espasa-Calpe

Gregor-Dellin, Martin (1983). Richard Wagner 1. 1821-1864. Madrid, Alianza Música

Hocquard, Jean-Victor (1991). Mozart, una biografía musical (1791-1991). Madrid, Espasa-Calpe

P. Morgan, Robert (1994). La música del siglo XX. Madrid, Akal Música

Poggi, Amedeo; Vallora, Edgar (1995). Beethoven, repertorio completo. Madrid, Cátedra.

Rice, John (2019). La música en el siglo XVIII, Madrid, Akal.

Schönberg, Arnold (2004). El estilo y la idea. Cornellá de Llobregat, Idea Música

Schulze, Hans-Joaquin (2001). Johann Sebastian Bach. Documentos sobre su vida y su obra. Madrid, Alianza Música.

Sonneck, O.G. (2020). Beethoven contado a través de sus contemporáneos. Madrid, Alianza Música.


[1] Basso:63

[2] Schulze: 195

[3] Hocqurard: 110-111

[4] Rice: 243

[5] Íbid.: 244

[6] Sonneck: 27

[7] Gauthier, André: 26

[8] Sonneck: 50

[9] Íbid. :50

[10] Íbid: 204

[11] Poggi-Vallora: 714

[12] Di Benedetto. 184

[13] Íbid.: 199

[14] Beer: 245

[15] Gál: 32

[16] Íbid.:121

[17] Cortot: 12

[18] Íbid.: 253

[19] Gregor-Dellin: 255

[20] P.Morgan: 45

[21] Schönberg: 102-103

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