Por Jesús Rodríguez Azorín
Catedrático de Trompeta del Conservatorio Superior de Música “Rafael Orozco” de Córdoba.
Me piden mis amigos de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla que escriba unas líneas sobre los 50 años de vida de nuestra asociación.
Lo primero de todo, me gustaría dar mi más sincera enhorabuena a la asociación y a su banda por su contribución a lo largo de tantos años a la educación musical y su intensa labor por la cultura en nuestro pueblo.
Esta es mi modesta aportación a la historia de esta Asociación.
Siendo yo un niño, mi abuelo Paco decidió que debería de asistir a clases de música. Él había sido músico amateur en la antigua banda de Yecla (tocaba el fliscorno) y era amigo del que sería mi maestro, Don José Ortuño. Recuerdo perfectamente cuando fuimos los dos a hablar con él y conocí la antigua escuela de música de la banda que estaba en el reloj. Había que subir unas escaleras y arriba había un gran espacio donde ensayaba la banda y al fondo estaba la mesa del maestro y el archivo con las partituras. Es curioso como algunos actos condicionan toda tu vida. Después de esta cita entre mi abuelo y el maestro, tanto mis hermanos como yo, acabaríamos dedicándonos profesionalmente a la música.
A partir de aquel día comencé a dar clases con mi maestro y conocí en la escuela del reloj a algunos grandes amigos con los que he mantenido una gran amistad hasta hoy en día.
A pesar de que los comienzos fueron arduos, puesto que pasábamos casi un año solfeando sin coger ningún instrumento, para mí no fue nada pesado ni desesperante. Todo lo contrario, iba muchas tardes a la clase de música, solfeaba un rato con el maestro que nunca regañaba, solamente te animaba y después jugábamos por allí por la plaza del ayuntamiento con todas las nuevas amistades que habíamos hecho en la escuela de Música.
Cuando el maestro ya consideró que estaba preparado para coger un instrumento me entregaron un fliscorno, bastante abollado por cierto. A mí, por aquel entonces me llamaba la atención el saxo, pero entonces te daban el instrumento que había disponible. Por supuesto al cabo de unos meses estaba encantado con mi nuevo instrumento.
Don José Ortuño era una persona muy tranquila y comprensiva. Tenía mucha paciencia con todos nosotros que le hacíamos muchas trastadas. Era capaz de enseñar a tocar instrumentos de viento madera, de viento metal o de percusión. Además tocaba el piano y el violín y era capaz de afinar pianos o reparar todo tipo de instrumentos.
Después de un tiempo el maestro nos pasó a varios de aquellos amigos a tocar con la banda. Imposible describir la alegría que teníamos por participar con los mayores. Nunca olvidaré la primera partitura que toqué con la banda: el pasodoble “La entrada”.
Al incorporarnos a la banda aprendimos mucho de grandes músicos que había en ella como el Ñoño, Ángel padre, Olivares, Pepe Cano y tantos otros que ya habían dedicado mucho tiempo de sus vidas a la banda.
Mientras tanto seguíamos con nuestras clases en la escuela. Teníamos tantas ganas de hacer música que en ocasiones cogíamos partituras del archivo sin que lo supiera el maestro para tocar todo tipo de cosas. A veces en algún ensayo de la banda faltaba alguna de estas partituras y nos caía un buen rapapolvo.
Con el paso del tiempo mi hermano Paco y yo decidimos continuar los estudios de música en el conservatorio. Nos preparó, como no, mi querido maestro Don José Ortuño. Íbamos a su casa a preparar los exámenes, sobre todo de dictado musical y teoría de la música, que era lo que habíamos trabajado algo menos en la escuela. Por supuesto nunca nos cobró nada por estas clases, lo hacía de manera totalmente desinteresada solo por el placer de ver cómo continuamos con nuestros estudios.
Cuando yo tenía diecinueve años, el maestro enfermó y no pudo continuar con la dirección de la banda y la escuela. La escuela continuó funcionando gracias a la desinteresada ayuda de varios músicos jubilados que hicieron todo lo que estaba de su parte para que los alumnos pudieran seguir estudiando música y nutriendo de músicos a la banda.
En cuanto a la dirección de la banda, varios de los músicos más antiguos y los miembros de la Junta Directiva pensaron que yo podría hacerme cargo de la dirección. Quizás ahí nació la tradición de que los directores de la banda hubieran sido formados en la propia escuela de Yecla.
A nivel personal fue una etapa de aprendizaje muy importante para mí. Dirigí la banda durante cuatro o cinco años, mientras continuaba mis estudios en el Conservatorio Superior de Murcia y en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
De esta etapa recuerdo con mucho cariño las colaboraciones que hacíamos entre la banda y el coro de la Basílica de la Purísima, con las que celebramos multitud de conciertos incorporando muchas obras clásicas que eran originales para coro y orquesta. También recuerdo especialmente la representación de la zarzuela “La Dolorosa” y de una antología de fragmentos de zarzuelas famosas. Todo ello bajo la dirección de don Julián Molina, que nos enseñó a todos muchísimo sobre el montaje de este tipo de espectáculos. Años más tarde tuve ocasión, durante mi etapa de estudiante en Madrid, de compartir algunos momentos más con Don Julián al visitarlo en la Escuela Superior de Canto de Madrid de dónde era catedrático.
Durante mi última etapa como director de la banda compartía la dirección con mi hermano Paco ya que yo debía desplazarme a Madrid para mis estudios. Finalmente tuve que abandonar la dirección de la banda cuando empecé a trabajar como profesor de trompeta en el conservatorio.
Desde entonces he visto con admiración crecer la banda y la escuela de música hasta niveles que nunca había imaginado. Hoy en día la escuela es un referente de gestión y organización para muchas escuelas de España y la banda ha alcanzado cotas inimaginables como la consecución de la Medalla de Oro en el Concurso de Kerkrade.
Solamente me queda agradecer a todas las personas que han hecho posible este sueño. Desde los miembros de las sucesivas juntas directivas, los directores que han llevado la banda y los músicos que llevan tantísimos años dedicados a ella, así como a una gran cantidad de personas que desde la sombra trabajan día a día para que la Asociación pueda seguir caminando hacia el futuro.