«Un movimiento que hacemos en un solo lugar puede tener un impacto más amplio en todo el mundo»
JANA WINDEREN.
Desde el origen del mundo, el ser humano se ha ayudado de elementos naturales como huesos, palos o piedras para hacer ruido y protegerse, consiguiendo también el descubrimiento del ritmo.
Por ende, la percusión tiene su origen en la naturaleza, y esto se puede seguir observando hasta nuestros días por los materiales de construcción de los instrumentos. Por ejemplo, la marimba está fabricada con madera de palo rosa, las maracas producen su sonido gracias a unas semillas, las congas se fabrican con madera y piel de origen animal, y un largo etcétera. Es cierto que la evolución con materiales sintéticos ha conseguido no sobreexplotar recursos naturales, pero a día de hoy no se deja de explorar con elementos de la naturaleza como el bambú o la caña.
Durante mi etapa educativa en los conservatorios, he notado una falta de conciencia por parte de alumnado y profesorado acerca del origen de la percusión ya nombrado, provocando una problemática dentro del aula percutiva, quien se ha visto intoxicada por un pensamiento perfeccionista en interpretar partituras, guiados por unas normas estrictas conservatoriales pero poco ecológicas y conscientes de que el sonido se produce gracias al contacto de su cuerpo con materiales naturales.
Recién acabada de mis estudios, he sido consciente de que yo entraba en el grupo de la problemática planteada, por eso con este artículo quiero despertar la conciencia ecológica del percusionista o cualquier músico, puesto que esta concepción es aplicable a todo intérprete. Entendiendo este concepto, conciencia ecológica, como el de despertar una conciencia respetuosa con los materiales de construcción del instrumental, y el sonido que produce el propio intérprete, que no deja de ser el sonido de la naturaleza.
La música nos enseña a prestar atención al entorno que nos envuelve a través de percepciones, convirtiendo la vida en arte. Como bien dijo Carmen Pérez Salgado (2019)
“Una música que hace pensar y una música que sirve para encantar no hacen habitar de la misma manera. ¿Pero cuál es la música que te permite vivir? La música misma, la tierra, nosotros mismos. Para ello, es necesario el encuentro entre un tipo de música y una comprensión determinada de lo que significa la tierra y uno mismo”.
Es por esto, la necesidad de volver a conectar nuestro cuerpo con la naturaleza, nuestro cuerpo que realmente no se ha separado de la naturaleza nunca, exceptuando nuestra conciencia activa sobre este hecho. Seguimos viviendo rodeados de naturaleza, somos naturaleza. Es por esto, la importancia de hacer despertar a la humanidad ecológicamente. Actualmente encontramos problemas como las macrogranjas, la sobreexplotación de recursos naturales o el mal cuidado de nuestros océanos. Tal como dijo Jade Goodall (2022) “Todo el aire que respiramos viene de la naturaleza, todo lo que comemos, todo lo que bebemos. Tenemos que parar esa idea loca de que podemos tener un desarrollo económico ilimitado, en un planeta con recursos finitos”.
Es indiscutible que actualmente, el cambio climático está en pleno auge y que la conciencia del ser humano tiene que despertar más que nunca en todos los campos, por tanto, es necesario resucitar la conexión de nuestro cuerpo con la naturaleza y hacer una escucha de ésta para encontrar adaptaciones a los cambios. Cabe añadir la importancia que tienen actualmente los artistas acerca del cambio climático.
Los músicos son artistas y como tales su objetivo es despertar emociones, sentimientos, conciencias. ¿Qué conciencias va a despertar si ni si quiera la suya está despierta?
No se necesita más justificación que el contacto de la mano de un percusionista que agarra una baqueta fabricada de madera o caña, la cual golpea un parche hecho con piel de animal.
El percusionista hace sonar cáscaras de nueces, semillas, madera… Pero no solamente esto, sino que dentro del aula encontramos la percusión corporal, donde el intérprete incluso llega a crear música a partir de su propio cuerpo.
El contacto, indudablemente, es directo con la naturaleza. Por eso hablamos de que la percusión, entre otros, sea uno de los instrumentos que consiguen producir música a partir de elementos naturales. Así es, por ejemplo, el sonido amable de una marimba que resulta de un conjunto de madera de palo rosa, por otro lado, árbol en peligro de extinción actualmente.
Así las cosas, la música tiene que adaptarse a las necesidades de la Tierra, ¿quién va a escuchar a la Tierra si no lo hacen los músicos? La sociedad que emerge actualmente, no puede escapar del capitalismo socio-político inculcado. Por ende, el papel del artista es de suma importancia, debido a que tiene un comportamiento de innovación, creación e imaginación constante en comparación a otras profesiones. Tiene, entonces, un gran papel en el despertar del conocimiento del ser humano contra el cambio climático.
Para conectar con el instrumento, el individuo debe conectarse primero con la naturaleza y crear un yo ecológico distinto a toda norma conservatorial que han inculcado durante su etapa de aprendizaje, basado en unos cánones de egocentrismo y egoísmo, de un yo solista producido por una sociedad musical donde lo importante es ser solista o conseguir la mejor plaza de orquesta, olvidándose de todo lo ético y moral. Olvidándose finalmente, de la conexión que tiene con su instrumento y centrándose solamente en una técnica impecable.
Pilar Soto (2017) en su tesis doctoral trata el concepto de consciencia dormida, que explica con las siguientes palabras, “la consciencia dormida puede ser un estado patológico de la mente del ser humano, una consciencia construida por la sociedad moderna industrializada, la cual ha creado individuos desnaturalizados, incapaces de verse y sentirse parte integra de la naturaleza”. Esto es comparable a las rutinas y seguimientos de los conservatorios musicales. ¿Cómo puede ser que, tras catorce años de carrera, el músico salga al mundo sin ser consciente de que está haciendo sonar material natural? ¿Dónde está el problema? Clases de historia donde estudias la misma programación sin apenas llegar al siglo XX, clases de perfeccionamiento en la técnica instrumental hasta el último año de esos catorce, pero ¿dónde está la conciencia social y humana?
Como se ha descrito anteriormente, la percusión goza de instrumental creado a partir de recursos naturales. A continuación, y para finalizar este artículo, se muestra una pequeña selección de artistas que han creado instrumentos a partir de la naturaleza, instrumentos que, a pesar de no tener la suficiente importancia dentro del ámbito de formación en los conservatorios, son de relevancia para la conciencia ecológica del percusionista.
En primer lugar, se presenta a los artistas Daniel Raimondo y Cristina Bolla, ambos se dedican a la investigación y construcción de instrumentos para percusión a partir de una planta en concreto, la lagenaria. Esta planta tiene como característica que es hueca, solo contiene semillas y su cáscara es dura y rígida por lo que los humanos la han estado usando como transportadora de líquidos. Produce frutos de distinta forma y tamaño, además de distintas tonalidades de verde.
Esta planta es muy usada en la construcción de marimbas africanas, usándolas de resonadoras para las láminas.
En este caso, ambos investigadores le han dado varios usos construyendo shekeres, güiros, maracas, kalimbas o putipús, entre otros.
Quizás el instrumento que más destaque dentro de las construcciones de ambos investigadores sea el Zulivo. Su construcción se basa del cuerpo de dos calabazas junto con la unión de un soporte de plástico y uniendo a esto seis cuerdas afinables. Se inspira en el berimbau[1] y usa la misma técnica.
En este enlace se encuentra una muestra del sonido de un Zulivo.
Encontramos instrumentos que ya han sido creados a partir de ciertas investigaciones como el flairdrum. Desde 2015, un grupo de amigos, Julián y Daniel, se interesaron por crear un instrumento a base de botellas de plástico recicladas, que junto al contacto con una lámina de metal y una válvula de bicicleta produce que la botella pueda hincharse para encontrar el tono adecuado. El resultado es una especie de xilófono afinado por aire. Además, este instrumento cuenta con el premio Maker Music Festival en 2021.
En este enlace se encuentra una muestra de sonido del flairdrum.
Otro ejemplo que nos ayuda a entender la problemática planteada es lo ocurrido en Cateura, un pueblo pequeño de Paraguay, a manos de Favio Chávez, quien lanzó en 2007 un proyecto llamado “Sonidos de la Tierra”, actualmente conocido como LandFill Harmonic Orchestra, para abolir la delincuencia juvenil.
En este pueblo cuentan con una gran problemática, puesto que viven rodeados de toneladas de basura, es un lugar donde la población cuenta con muy poco ganancial económico, pero gracias a este proyecto han convertido la basura en una nueva posibilidad de vida.
LandFill Harmonic Orchestra trata de usar materiales encontrados en contenedores para convertirlos en instrumentos, creando así una orquesta. Este proyecto resultó ser todo un éxito. En palabras de Ilda Peralta (2014) “más de 6.000 chicos y chicas forman parte de orquestas en más de 160 comunidades de Paraguay. Desde el inicio del programa, los niños y jóvenes que pasaron por la experiencia de Sonidos de la Tierra ya superan los 10.000.”
Este proyecto cuenta con multitud de beneficios como es la conciencia de reciclar, la ayuda para alejar la delincuencia a los jóvenes de la ciudad. Gracias al dinero que recaudan pueden ayudar a las familias a arreglar sus casas y darle alimento y además, es respetuoso con el medioambiente.
En este enlace se encuentra un pequeño documental sobre LandFill Harmonic Orquestra.
Tras todo esto, es hora de que los percusionistas y músicos en general, hagamos artivismo musical.
A partir de esta investigación se puede concluir confirmando que el papel y la necesidad de despertar al percusionista artivista es real. El cambio climático ya no tiene vuelta atrás y solo nos queda la adaptación a estos cambios, pero si que se puede conseguir un cambio de conciencia en la humanidad ya que seguimos viviendo de la naturaleza.
Por esto, es necesario despertar a los intérpretes, quienes tienen en su mano una oportunidad de cambio, de aprendizaje y a su vez de abrir puertas a un posible futuro más concienciado y respetuoso con el mundo que habitamos.
Se concluye con el concepto de despertar al percusionista ecológico desde la intervención educativa, ya no solo en su proceso de formación, sino también en desplegar esa mirada hacia el instrumental que tiene en sus manos.
Además, tras esta reflexión, cabe añadir que la posibilidad de abrir nuevas fronteras laborales gracias a esto es posible. No podemos escapar del capitalismo globalizado, pero podemos adaptarnos a él haciendo conciencia ecológica.
Se ha visto la posibilidad de crear instrumentos con elementos naturales, pero también con elementos del reciclaje. Quizás la clave para el futuro sea fijarnos en los músicos de LandFill y crear vida a través de la reutilización de elementos denominados como basura.
Rocío Palao Pérez.
[1] De origen africano, fue introducido y difundido en Brasil, por los esclavos negros. En la actualidad es instrumento infaltable en la capoeira. Desde hace casi veinte años participa ocasionalmente en conjuntos de música popular y jazz brasileños.