Desde el inicio de la humanidad, la música es una de las manifestaciones más importantes dentro del contexto cultural de cualquier época o civilización siendo capaz de representar el sentir de la sociedad del momento.
La presencia de las mujeres en el ámbito musical es tan antigua como la propia música. Si bien es cierto que hemos estado en la sombra durante siglos, debemos tener presente que en determinados periodos de la historia hemos gozado de mayores reconocimientos. Por ejemplo, durante la civilización egipcia, griega e incluso en algunas cortes renacentistas y barrocas, las mujeres se han podido sentir menos excluidas que en otros periodos históricos, pero no lo suficiente como para ser reconocidos sus méritos y logros.
Investigadoras como Susan McClary y Marcia Citron, han demostrado gracias a sus estudios que la historia de las mujeres en la música no ha sido la misma que la historia de los hombres, siendo relegadas u obviadas en múltiples ocasiones por su condición social y, tal vez por el miedo a que quedase claro que somos tan capaces de crear arte como los hombres.
Durante los años del surgimiento de la Musicología como disciplina académica (último cuarto del siglo XIX y principios del XX) los historiadores fueron reacios a mencionar a las mujeres como sujeto histórico. En sus obras y manuales no se hablaba de las mujeres como creadoras, si no como meras ejecutantes, en el mejor de los casos. Desgraciadamente este vacío histórico nos hace pensar que las mujeres se dedicaban únicamente a la crianza de los hijos y a ser cuidadoras y que no tenían más aspiraciones artísticas que las de tocar algún instrumento para entretener. En este artículo vamos a demostrar que esto es una falacia y que las mujeres han estado tan presentes en la creación musical desde el principio de los tiempos como el hombre.
La primera obra musical de la que se tiene conocimiento es el “Himno Hurriano Nº 6”, escrita por algún habitante desconocido del antiguo reino de Mitani, en el siglo XIV antes de Cristo. Era una pieza dedicada a la diosa Nikkal, la cual se puede escuchar en este enlace.
Seguramente se habrá dado por sentado que el autor de dicha pieza era un hombre. Incluso en la actualidad nuestro primer pensamiento es adjudicar la creación al género masculino y nos resulta extraño pensar que tal vez la autoría de la obra sea femenina, lo mismo ocurre con el Arte Rupestre, donde siempre se ha hablado de pintores, nunca se había planteado que tal vez eran las mujeres las que pintaban en las paredes de las cuevas y abrigos rocosos. Gracias a numerosos estudios y a un cambio en la mentalidad colectiva se ha demostrado que muchas de estas obras fueron creadas por mujeres. Esta es una de las consecuencias más directas del vacío que se les ha hecho a las mujeres en la historia.
Por ello hay que hacer justicia y hablar de algunas de estas pioneras que dedicaron su genio a la creación musical cuando las antiguas civilizaciones estaban dando sus primeros pasos. Hay muchas e innumerables autoras y creadoras, entre ellas vamos a destacar a las siguientes:
Enheduanna (o En-hedu-anna, gran sacerdotisa adorno del cielo) era hija del rey acadio Sargón, y vivió en el siglo XXIII antes de Cristo. Está considerada, como la primera persona relacionada con una obra literaria, el suyo es el primer caso conocido en el que el nombre de un autor se graba sobre tablillas de arcilla. La primera autora de la historia antes que ningún hombre, lo cual llama poderosamente la atención, teniendo en cuenta que el anonimato es la característica general de las obras antiguas, siendo más notable aún tratándose de una mujer. Los textos compuestos por Enheduanna se han reconstruido a partir de 37 tablillas descubiertas en las ciudades de Ur y de Nippur.
Sacerdotisa mayor de la diosa lunar Nanna Suen, fue una prolífica autora de himnos y poemas tallados en tablillas en escritura cuneiforme, que componía durante las noches para ser interpretadas al día siguiente, algo muy novedoso en aquella época y que marcaría un antes y un después en el mundo de la música.
Su obra más conocida es la “Exaltación de Innana”, obra compuesta de 153 versos dedicados a ensalzar a la diosa Innana, en los cuales la sacerdotisa le pide ayuda para enfrentarse al acoso sexual al que se vio sometida por parte de Lugalane, un rey de Ur que profanaba el templo convirtiéndolo «en una casa de mala reputación, forzando su entrada dentro como si fuera un igual». En este poema podemos encontrar versos tan aterradores como este: «¡Se ha atrevido a acercarse a mí en su lujuria!».
En este enlace podemos escuchar los versos 1 a 33 de su poema Nin-Me-sar-Rah, con música atribuida a la autora.
Safo de Lesbos al igual que nuestra anterior pionera, fue una de las primeras compositoras de la historia de la música de las que tenemos constancia siendo considerada una de las mejores poetisas de la Antigüedad. Safo era una hetaira (en griego, ἑταῖρα, hetaira, «compañera”) este era el nombre que recibía en la antigua Grecia una clase distinguida de mujeres libres, la cual generalmente desempeñaba funciones de artista, contertulia, prostituta y acompañante. En contraste con la mayoría de mujeres de la antigua Grecia, las hetairas recibían educación, amplia formación musical (cantaban y se acompañaban con instrumentos musicales como la cítara, la lira y/o la flauta) poseían independencia económica y podían alcanzar un gran poder social, y eran las únicas mujeres que podían participar en los simposios (reuniones festivas de políticos, filósofos, artistas y eruditos), siendo sus opiniones y creencias muy respetadas por los hombres.
Safo de Lesbos nació entre 630 y 612 antes de Cristo, y su muerte está más o menos determinada en 570. Procedía de Eresos, una pequeña aldea en la isla de Lesbos, aunque después se trasladó a Mitilene, la capital, creció en el seno de una familia adinerada. Tras una agitada temporada como comerciante y política, regresó a Lesbos y fundó una academia donde enseñaba arte, danza, literatura, música, exclusivamente a mujeres jóvenes. Escribió nueve volúmenes de himnos, poemas, canciones nupciales, y fue precursora en la creación de nuevas formas poéticas y también creó nuevos ritmos musicales. Componía la melodía para sus propios poemas, y también ideaba la coreografía. Su obra más famosa es “Oda a Afrodita”, aunque dedicó toda su obra a las mujeres. Sus poemas claramente influyeron en Horacio, Ovidio, Catulo y otros poetas latinos. Por desgracia, el Papa Gregorio VII ordenó destruir sus obras en 1.073, alegando que eran inmorales y pecaminosas, tan sólo porque pensaba que Safo era lesbiana. Una vez más el fanatismo y la intolerancia nos han privado del legado cultural de un artista que no encajaba con las encorsetadas creencias de la religión imperante.
Poco sabemos sobre el final de Safo, durante siglos se ha hablado de su suicidio lanzándose al mar desde la roca Léucade, un final muy poético para una gran poetisa, pero no se tiene constancia histórica de que ello sucediese así. Parece que Safo vivió hasta la vejez y murió por causas naturales, pero al igual que la mayoría de los acontecimientos de su vida, no se sabe con certeza.
Por suerte algunas de sus obras se conservaron llegando hasta nosotros como este “Himno a Afrodita” que es único que conocemos entero y que podemos escuchar en este enlace:
Telésila de Argos, que vivió en torno al 546 a. C., fue considerada una de las «Nueve Musas Líricas». Mucho de lo que se sabe sobre la vida de Telésila es gracias a argumentos e historias contadas por grandes pensadores y filósofos de la época. Plutarco, en su tratado «Sobre el valor de las mujeres», dice que era de noble familia y que, debido a su débil constitución, se le recomendó dedicarse a la poesía y a la música, al parecer esto le fue de mucha ayuda, tanto así que pudo recobrar completamente su salud. Llegó a tener un papel muy importante y destacado dentro de la historia de su pueblo, al cual salvó de la invasión liderada por Esparta.
Destaca por la composición de sus himnos de guerra, marchas, cantos políticos y sus parthenaia, que eran cánticos entonados por las vírgenes en las ceremonias en honor a Apolo y Artemisa. Era una mujer valiente y decidida. Cuando los espartanos amenazaron Argos, ella misma capitaneó la tropa de mujeres y contribuyó a la victoria de su pueblo. Tan valerosa se mostró Telésila en el combate entre Esparta y Argos, que acabó elevada a la excelsa condición de heroína. Al parecer, muchos de sus paisanos varones habían sido masacrados en la invasión o cerco que los lacedemonios pusieron a Argos comandados por su rey Cleómenes I. Entonces Telésila tomó el escudo y la espada y armó y ordenó una escuadra femenina que repartió por el familiar camposanto, consiguió repeler a los espartanos matando a muchos; expulsando así a Demaralo, el extranjero que pretendía hacerse con el control de la ciudad.
Otra poetisa, danzarina y compositora fue Megolástrata de Esparta, llamada la «hermosa rubia», que vivió aproximadamente en el año 529 a. C., dirigió un coro de muchachas espartanas y compuso la música para sus actuaciones.
No podemos pasar por alto el Antiguo Egipto donde la situación para las mujeres era muy diferente a otras civilizaciones; las mujeres podían tomar sus propias decisiones, trabajaban y obtenían algunos ingresos. Algunas mujeres producían en su casa bienes, como los textiles y los perfumes, y luego los vendían en el mercado.
Poseían su propia identidad legal e incluso podían comprar y heredar tierras sin la necesidad del consentimiento masculino. Tenían control sobre la mayoría de sus propiedades, podrían servir como personas jurídicas llevando casos al tribunal, e incluso eran funcionarias.
También tenían un lugar destacado en el mundo de la música. Así pues, las mujeres de clase media eran aceptadas en el ámbito musical, llamándose «cantoras del dios», cuya misión consistía en participar en las distintas liturgias y ritos de los templos. Algunas de ellas pasaron a ser músicos de la corte, y de su presencia y su importancia en la vida del país da testimonio los sarcófagos donde se las enterraba con grandes honores. La reina Hatsheput dirigió a las cantoras antes de subir al trono en el año 1529 a. C. También existieron otras cantoras famosas que estuvieron al servicio de la familia real, como Merit que vivió en el reinado de Amenofis II (1450-1425 a. C.), Tentioh que vivió en la ciudad de Mut (950 a. C.) y Esihebsed que vivió en el harén de palacio y era hija de otra cantora llamada Esptah (500 a. C.).
En el año 1750 a. C., destacó una esclava del faraón Menhuotep II cuyo nombre era Hemre, estuvo a cargo de los músicos de la corte desempeñando elevadas funciones. Unos siglos después, otra esclava llamada Bakit fue también maestra de música en la corte egipcia.
Las bandas y grupos, en el Antiguo Egipto, eran contratados como entretenimiento. Usualmente eran grupos femeninos y sólo se utilizaban para ceremonias religiosas, celebraciones y rituales. Esta fue una de las opciones de carrera más comunes disponibles para la mujer.
Como conclusión podemos decir que es imposible entender el ámbito de la creación artística sin la labor desempeñada por mujeres. Desde el principio de los tiempos, desde los albores de la humanidad la creación musical ha ido de la mano de las mujeres a pesar de que a lo largo de la historia muchas de ellas han sido silenciadas e incluso olvidadas, así pues el camino a seguir es el de recuperar nuestro pasado histórico y premiar la trayectoria de todas las mujeres artistas olvidadas, reconocer a las presentes y asegurar la igualdad en el futuro para no repetir la misma situación(tan desfavorecedora para el sexo femenino) que históricamente se ha ido repitiendo.
En nuestras manos está que ninguna creadora quede en el olvido y todas ellas sean reconocidas como se merecen.
Concepción Silvestre Díaz,
Profesora de canto Escuela de Música AAMY e historiadora.
BIBLIOGRAFÍA
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– BIEDMA José l,”Telésila y la poesía femenina de su tiempo.” MUJERES PARA LA HISTORIA
– McClary, S.”Feminine Endings: Music, Gender and Sexuality.”Minessota: University of Minnesota Press (2002)